Comenzaba un nuevo día en la ciudad eterna, aunque pensábamos escaparnos de allí unas horas: íbamos a irnos a Ostia Antica, una visita que a mí me hacía especial ilusión.
Así pues, tras desayunar en un bar cercano al apartamento, comenzamos a emplear la Roma Pass (tarjeta que habíamos comprado en el aeropuerto a nuestra llegada, pero que aún no habíamos activado) para coger el autobús número 30 que nos llevaría a la estación de Pirámide (donde debíamos coger el tren).
Al llegar nos encontramos de frente con la pirámide de Cayo Cestio, o simplemente la Pirámide Cestia, lugar de sepultura del adinerado pretor. En la época de los Césares era habitual realizar grandes construcciones como lugar de sepultura y en el año 12 a.C. Egipto estaba de moda debido a los escándalos que pocos años antes había protagonizado Cleopatra, por este motivo Cayo Cestio Epulone quiso ser enterrado en una pirámide al modo egipcio. Tiene una base cuadrada de 30 metros de lado y 37 metros de altura y está construida en ladrillo recubierto de mármol. En algunas caras de la pirámide se aprecian diversas inscripciones en latín en la que se menciona el tiempo que duró su construcción: 330 días, casi un año.
Posteriormente la pirámide fue embebida en la Muralla Aureliana quedando al lado de la Porta San Paolo. Parece ser que durante algún tiempo llegó a pensarse que se trataba de la tumba de Remo.
Nos vamos a Ostia Antica
Tras las fotos de rigor, entramos en la estación y seguimos las indicaciones hacia “Lido”. Este billete también está incluido en la Roma Pass, por lo que no tuvimos que abonar nada, y los trenes salen cada 15 minutos. Nos aseguramos, preguntando a un revisor de la estación, de que nos estábamos metiendo en el tren correcto y tras aproximadamente 30 minutos de trayecto llegábamos a la parada “Ostia Antica”.
Al salir de la estación, cruzamos una carretera a través de una pasarela de color azul y continuamos recto durante aproximadamente 500 m hasta toparnos con el aparcamiento del recinto. La entrada quedaba a mano izquierda. No tuvimos que abonar tampoco los 6,5 euros que costaba la entrada dado que era el primer recinto en el que entrábamos con la Roma Pass.
Pero, ¿cuál es la historia de Ostia Antica?
Esta ciudad, situada en la boca (ostium) del Tíber, fue fundada alrededor del 620 a.C. para explotar unas salinas cercanas. Años después (400 a.C.), cuando Roma comenzó a expandirse, Ostia fue conquistada y se convirtió en la primera colonia romana. Fue su base naval y la protegía de posibles invasiones por el río, aunque cuando Roma controlaba el Mediterráneo (150 dC), Ostia se convirtió en lugar de gran importancia comercial. Con los años un nuevo puerto de mayores dimensiones fue construido cerca (donde se ubica el aeropuerto Fiumicino actualmente), pero la ciudad continuó administrando y almacenando los alimentos y productos que abastecían Roma. Con la caída del imperio romano, Ostia fue abandonada. Con el paso de los años, el Tíber se retiró y el barro cubrió la ciudad, protegiéndola en gran manera de los estragos del tiempo, aunque no llegó a evitar algunos saqueos de piedras.
¿Comenzamos la visita de Ostia?
Al entrar al recinto nos adentramos en la necrópolis. El cementerio queda fuera de las murallas de la ciudad, tal y como solían hacer los antiguos romanos. En el paseo pudimos ver cómo evolucionó también la forma de enterrar, pues hasta el siglo I d.C. era común la cremación y como vestigio de aquello se conservan habitaciones privadas al aire libre llenas de nichos que en su día albergaban urnas con cenizas, sin embargo, a partir del siglo II d.C. comenzaron a enterrar a sus muertos en tumbas o sarcófagos de mármol o terracota, y como huella se conservan restos de sepulcros de familias.
Tras perdernos por las tumbas un rato, llegamos a las murallas de la ciudad, que atravesaríamos a través de la Porta Romana.
Un poco antes de llegar a la muralla todavía hay vestigios de la Salus Augusta, una sala que un miembro de la familia de los Acilii dedicó a la salud del emperador.
Al atravesarla a mano izquierda advertimos unas inscripciones que en su día daban la bienvenida a todos los que entraban. Decía algo así: “El Senado y el pueblo de la colonia de Ostia construyeron estos muros”, un recordatorio de que Ostia fue el primer mordisco del Imperio Romano.
Seguimos nuestro recorrido por la calle principal viendo a mano derecha los Magazzini Repubblicani (almacenes republicanos), lugar donde se procesaban y almacenaban las mercancías traídas de Sicilia, Egipto o el Norte de Africa antes de su consumo en Roma.
Avanzando por la Vía Ostiense, justo a la altura de un pozo, llegamos a uno de los puntos más famosos de la ciudad. Subiendo unas escaleras a mano derecha, accedimos a un mirador habilitado para disfrutar de una panorámica de los baños de Neptuno. Empezados bajo la mano de Domiciano, fueron continuados por Adriano y aunque se vieron interrumpidos por falta de fondos se acabaron finalmente en tiempos de Antonino Pío, que las financió personalmente. Allí un, excepcionalmente bien conservado mosaico, denominado “el triunfo de Neptuno”, representa al dios sobre una cuadriga tirada por caballos y rodeado de diversos monstruos marinos (la verdad es que, a excepción de la figura de Cupido montado sobre un delfín, el mar parece bastante aterrador).
A su izquierda se veía la gran plaza, hoy en día cubierta de césped pero que antaño debía estar abarrotada de comerciantes. Allí cerca se encuentran los mosaicos “los boxeadores” (Mosaico degli Atleti), pero estaban cubiertos con una lona, imagino que en tareas de conservación, por lo que cruzamos por la plaza y salimos por otra puerta justo enfrente de la entrada, donde giramos a la izquierda. Recorrimos una calle, paralela a la principal, con varios apartamentos (insulae), para desembocar en la Plaza de los Gremios (Piazzale delle Corporazioni).
Esta plaza pasó de ser un pequeño lugar donde los hombres de negocios paseaban, a convertirse en una plaza monumental llena de más de 60 oficinas de armadores y comerciantes. Este fue el bullicioso centro de la industria de la importación/exportación de Roma. A través de una pasarela, la bordeamos, contemplando los mosaicos que en el siglo II d.C. publicitaban los servicios ofrecidos por las diferentes tiendas en latín y mediante dibujos para los marineros no latinos o analfabetos.
La imagen más repetida, el faro, era el símbolo del puerto de Ostia, pero también se veían contenedores de grano, un elefante que podría simbolizar la venta de marfil o de animales exóticos o un cargador que anunciaba sus negocios con Narbon (la actual Narbona de Francia).
Estatuas de gente notable y líderes de negocios decoraban el patio. En el centro de la plaza sobrevive un templo que probablemente estuviera dedicado a Ceres, la diosa de la cosecha y la abundancia (para que trajera prosperidad a los buenos negocios).
El siguiente paso: el teatro. Hasta 4.000 espectadores se reunían aquí para entretenerse. Las tres primeras hileras, de mármol, estaban reservadas para los peces gordos. Los dos tercios superiores de lo que queda hoy en día han sido reconstruidos, pero aún así se trata de uno de los teatros más antiguos de ladrillo que existen.
Después de subir a su cima y contemplar las vistas de la ciudad, continuamos andando por la calle existente entre la plaza y el teatro. Al llegar a la Via dei Molini, giramos a la derecha. Casi dos manzanas después entramos en el edificio del molino que quedaba a nuestra izquierda. Allí se conservan varias piedras de molino del año 120 d.C. que se utilizaban para moler grano. Estuvimos un rato allí plantadas deduciendo su funcionamiento. En la sala se conservaban además varios hornos.
Volvimos sobre nuestros pasos para tomar la primera calle a mano derecha, la Via Casa di Diana.
La casa de Diana es un claro ejemplo de una ínsula (un complejo de vivienda de varios pisos donde la clase baja-media vivía). Sin embargo, la casa estaba cerrada y nos tuvimos que conformar con contemplarla por fuera. Originalmente contó con tres o cuatro pisos, llegando a alcanzar la máxima altura permitida por los códigos de construcción de Ostia, 66 metros.
Un poquito más adelante, pero en la acera de enfrente, hay una posada llamada la ínsula de la Termopolium. Fue uno de los sitios que más me gustó. La barra de esta taberna se conserva perfectamente y se pueden ver también estantes en los que se exhibían alimentos o bebidas para su venta, un pequeño fregadero, y algunos restos de pinturas murales.
En la acera de enfrente, de nuevo, unas escaleras nos condujeron al piso superior de la Ínsula de las pinturas. Allí se puede echar una panorámica de la ciudad.
Después continuamos hacia el templo de ladrillos de color rojo que se divisaba al final de la calle: el foro de Ostia.
Cuando Roma conquistó Ostia, en el año 400 a.C, transformó su plaza principal en un monumental foro que, más adelante, hizo dominar por un gran templo. El mármol que cubría sus paredes fue sustraído en la Edad Media, quedando hoy en día sólo el ladrillo básico. El templo o Capitolio se dedicó al culto pagano de Júpiter, Juno y Minerva. Un foro dominado por un templo Capitolio era una característica común en las colonias del imperio. El propósito: transportar el culto romano a sus dioses a la población recién conquistada.
Frente al Capitolio (se distingue por una columna partida), se encuentra el Templo de Roma y Augusto. Su posición es altamente simbólica: el poder del emperador se encuentra en igualdad, frente al poder de la Tríada Capitolio. En el mismo se llevaron a cabo actividades jurídicas y de negocios comerciales.
Detrás del templo Capitolio, unas modernas casas de color rosa, son el pequeño Museo de Ostia, la tienda y la cafetería, donde decidimos sentarnos un rato para descansar las piernas y refrescarnos con una bebida.
Entramos después al museo donde se exhiben algunas estatuas de luchadores, cupidos o dioses. Un punto fuerte de los escultores romanos son los bustos realistas. La religión romana veneraba al hombre de la casa (al padre y al abuelo), así que estatuas de padres o abuelos eran comunes en las casas. Además, el emperador era considerado un dios, por lo que se encontraba su busto en las aulas, oficinas, etc.
Los sarcófagos (ataúdes de mármol) generalmente muestran escenas mitológicas de Dioniso, el dios griego que se refiere a la otra vida y la inmortalidad.
Siendo Ostia una ciudad portuaria, tenía cabida para las necesidades de culto de todo el mundo y también se muestran allí esculturas de religiones extranjeras, como la estatua de un hombre sacrificando un toro, que es un retablo mitraico.
Para terminar nuestras andanzas por allí nos dirigimos a los baños del foro (Terme del Foro), aunque nos costó un poco llegar a situarnos, al final dimos con ellos. Los ingenieros romanos eran expertos en radiaciones de calor. Un enorme horno calentaba tanto el agua como el aire que fluía a través de tuberías bajo el suelo y en las paredes.
La primera sala, octogonal, servía para tomar el sol. Contigua a ella, la laconicum, elíptica, era la sala de sudoración, vamos, lo que hoy conocemos como sauna. A continuación había dos tepidaria, donde los romanos eran frotados por masajistas, y para terminar, el caldarium con tres piscinas.
En las cercanías de los baños se pueden encontrar las letrinas. 20 hoyos en los que los romanos, poco pudorosos, eso sí, hacían sus necesidades. El corte debajo del asiento era para dar cabida a una esponja lavable que con ayuda de un palo era utilizada en lugar de papel higiénico. Un torrente de agua (traída por acueducto) debajo de cada asiento permitía el lavado.
Podíamos haber seguido descubriendo alguna más de las edificaciones y los mosaicos que la ciudad acoge, pero ya eran casi las 12:00h y debíamos volver a Roma o el tiempo se nos echaría encima. Así que cambiamos de rumbo y marchamos de nuevo al tren, que nos dejaría en la parada de Pirámide.
De vuelta a Roma
Nuestra siguiente visita serían las Catacumbas de San Calixto. Cómo íbamos con los deberes hechos (y las conexiones de autobús preparadas) sabíamos que a nuestra llegada teníamos que coger el autobús número 118, pero dadas las horas que eran y que la visita a las catacumbas las haríamos previsiblemente a mediodía, decidimos comer algo en un puesto de comida rápida allí en Pirámide por si luego no encontrábamos donde comer (lo que va delante, va delante, y menos mal que así lo hicimos).
Así que, con el estómago lleno, nos montamos en el autobús en dirección a las famosas catacumbas. Al llegar compramos el ticket (no es válida la Roma Pass aquí) y esperamos unos cinco minutos a que llamaran al grupo para la visita en español.
Tras recibir una explicación en el exterior del recinto, por parte del sacerdote con el que realizaríamos la visita y decirnos por activa y por pasiva que no se nos ocurriera hacerle ninguna pregunta en el interior de la cripta, ya que no nos iba a responder, entramos a las galerías.
Hicimos alguna parada, donde el guía nos realizó alguna breve explicación: en la Cripta de los Papas (donde hay enterrados 9 papas y, probablemente, 8 dignatarios de la Iglesia del s. III), la cripta de Santa Cecilia, la patrona de la música que fue martirizada en el s. III y sepultada en el lugar donde ahora hay una estatua en su honor (en el año 821 se trasladaron sus reliquias a su basílica en el Trastévere) o en los cubículos de los sacramentos (tumbas de familias que destacan por sus frescos del s. III, del s. III que representan los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía), todas ellas desde un punto de vista cristiano y muy espiritual, pero no nos dijo siquiera el motivo de su construcción.
Si soy sincera, la verdad es que la visita no me emocionó, en su mayor parte debido al guía que nos tocó. Cada dos por tres hacía preguntas acerca de símbolos religiosos o etimología, cuya respuesta, evidentemente, desconocíamos, para así autorresponderse en tono condescendiente, como si el resto de mortales fuéramos idiotas por no saber de qué estaba hablando… No sé, no me gusta que me traten de imbécil (aunque no les falten los motivos), y más, una persona que no me conoce…
Al salir de las catacumbas, eran las 15:30 h y decidimos coger el mismo autobús que nos había llevado hasta allí, para parar esta vez en las termas de Caracalla. Lo malo fue la escasísima frecuencia del autobús 118. Ya habíamos tardado en cogerlo a la ida, pero estuvimos alrededor de 30 minutos esperando en la puerta de las catacumbas… y cuando llegó, todos a presión dentro del autobús… Por poco ni salimos en nuestra parada…
Caracalla, fue un emperador corrupto, que llegó al poder a la antigua usanza: asesinando a su hermano. Fue un tirano que empleó el terror como forma de gobierno pero que, al igual que sus antecesores, quería dejar un legado que le asegurara un lugar en la historia y con el que intentar expiar sus pecados pasados, para ello construyó un complejo de baños. Los baños llevaban siglos formando parte de la vida cotidiana de Roma; eran algo más que un lugar donde bañarse, eran verdaderos clubs de reunión de gente de todas las clases sociales.
Caminando entre los imponentes restos, nos podíamos imaginar las gigantescas salas con piscinas de tamaño olímpico y agua a diferentes temperaturas, salas de baño privadas y áreas de reunión. Se dice que el edificio central era más grande que la basílica de San pedro y estaba cubierto de oro y mármol por todos los lados y con los suelos plagados de mosaicos de los cuales aún se podía ver algún fragmento.
Alrededor del edificio principal había espacios abiertos para realizar pruebas de atletismo y en el perímetro bibliotecas, restaurantes, tiendas e incluso burdeles.
En un tiempo record de construcción de apenas 5 años, superaron con creces cualquier otro complejo de baños que se hubieran hecho anteriormente. Pero lo que se veía por encima del suelo no era más que la mitad de la historia. Por debajo del complejo había un túnel que traía agua desde un acueducto y la descargaba en los baños. La fracción destinada a las piscinas de agua caliente era desviada previamente hacia los 50 hornos de leña, que había construidos bajo el suelo, donde existía una realidad muy distinta a la que se vivía a ras de suelo… allí los esclavos vivían un infierno a diario atizando el carbón de los hornos.
Dada la magnitud de los restos que allí persisten, debieron ser realmente impresionantes, sin embargo, los de Ostia, aunque más pequeños, se encontraban en mejor estado de conservación y a mí me gustaron más.
En otro autobús nos acercamos a la parte final del Circo Massimo, una gran campa con césped donde la gente remoloneaba plácidamente, en el lugar donde antaño se levantó el estadio deportivo más grande construido por el hombre. Quizás algún día se realicen las excavaciones para sacar a la luz sus ruinas.
Desde allí nos acercamos caminando a Santa Maria in Cosmedin, la iglesia en la que se encuentra la famosa Boca de la Veritá, el medallón con la imagen de un dios que según cuenta la leyenda devora la manos de aquellos mentirosos que osan introducirla en su boca. Había muchísima cola para hacerse la famosa foto, así que tras visitar el interior de la iglesia, continuamos con nuestro paseo.
Cruzamos la calle para ver el templo circular construido en el siglo IV d. C. en honor de Vesta, la diosa romana del corazón y del hogar. En su interior, las vestales, custodiaban el fuego sagrado.
Estas mujeres, provenientes de familias nobles, permanecían prácticamente toda su vida al servicio de la diosa. Los primeros dieciséis años aprendían sus deberes, los siguientes doce años, los ejercían, y en los últimos treinta, enseñaban a las novicias.
Las vestales tenían un estado social alto, les reservaban una sección privilegiada en el Coliseo y eran las únicas, además del emperador, que podían ir por la ciudad con vehículos con ruedas. Pero los castigos en caso de error también eran severos: si una vestal apagaba el fuego, la fustigaban y la expulsaban o si perdía la virginidad, la enterraban viva. Al final de su sacerdocio, podían llevar una vida normal, pero muy a menudo permanecían en la Casa de las Vestales, que Nerón mandó construir en el siglo II al lado del Templo, y que, aunque cubierta por andamios pudimos ver a continuación.
Un poco más adelante se encontraba el teatro de Marcelo, un teatro que comenzó Julio César, y que finalizó Augusto, quien lo dedico a su sobrino Marcelo, que falleció prematuramente. Fue uno de los grandes teatros romanos, antes de caer en el olvido. Tenía capacidad para 15.000 o 20.000 personas.
De vuelta al apartamento decidimos adentrarnos en las callejuelas del Barrio Judío, también denominado Ghetto. Los 2.000 años de presencia ininterrumpida de la comunidad judía en Roma hacen que sea hoy la más antigua del mundo.
Vimos la famosa Fuente de las Tortugas, obra de finales del siglo XVI, ubicada en pleno barrio judío, así como una bonita galería, antes de acercarnos a Il Gesú, el primer templo jesuita del mundo. El edificio es un claro ejemplo de la iglesia de la contrarreforma. Con una planta de nave única, pequeñas capillas laterales y una austera fachada sorprende su interior por su fastuosa decoración barroca, con una cúpula realmente hermosa de Della Porta.
Llevábamos otra vez un buen tute, así que tras pasar por un supermercado a hacer algunas compras para el desayuno del día siguiente, subimos al apartamento a pegarnos una ducha antes de salir de nuevo a cenar por ahí.
Cenamos en la zona del Pantheon y el paseo nocturno decidimos darlo por la zona del Coliseo para verlo iluminado. Pero, cuando llegamos, había un carril cerrado, policía, gente agolpándose en la zona y entonces me acordé… ¡esa noche era el Via Crucis del Papa al Coliseo! Era imposible acercarse al Coliseo y puesto que el día siguiente debíamos madrugar para visitar los museos vaticanos, decidimos dar la vuelta e irnos a dormir.
Habíamos aprovechado el día al máximo, con uno de los sitios que más me gustó de esta escapadita, Ostia. El día siguiente iríamos temprano al Vaticano.
Qué maravilla, había oído hablar del puerto de Ostia, pero no me imaginaba que fuese una ciudad tan bonita....Me encanta!!
ResponderEliminarHola Helena !!
ResponderEliminarMuy interesante el itinerario que hicísteis el segundo día. Cuando visité Roma, no fui a a Ostia Antica así que me lo apunto para una próxima escapada. Me ha hecho gracia ver la foto de la Pirámide de Cestia, ya que nos alojamos por esa zona y no sabes las vueltas que tuvimos que dar, carretando las maletas para encontrar el hotel.
Saludos.
No había oído hablar nunca sobre Ostia Antica, y parece muy interesante! Además por lo que veo en las fotos, había poco turista no?
ResponderEliminar¡Hola a todos!
ResponderEliminar- Artabria, a mí me encantó Ostia. Sobre todo la taberna (siempre he sido muy de bares, jeje) y las termas. Si eres como yo de ver dos piedras juntas y emocionarte este sitio te gustará
- Víctor, seguro que Ostia os gustará. La pirámide es un sitio curioso. Ya os imagino dando vueltas por la zona... A nosotras nos pasó algo así en Londres, no encontrábamos el hotel a las 4:00 de la madrugada...
- Dany, la verdad es que no había mucha gente, y más comparando con como estaba Roma. Ya os contaré como del Vaticano nos fuimos porque era agobiante... Lo que sí que había por Ostia era mucho instituto italiano, no sé si de excursión o viaje de estudios...
Un saludito a todos ;)
Vaya, mi ordenador está peor que las maracas de Machín, creía que había puesto un comentario ayer y no me sale. :S
ResponderEliminarA Ostia Antica tengo muchísimas ganas de ir ya que cuando estuve en Roma no me dio tiempo así que me queda pendiente y después de ver tus relatos y fotillos aún me entran más ganas porque todas estas cosas me encantan!!!
También me apunto algún que otro sitio que no ví, muchas gracias por compartir tu relato. Un saludito. ;)
Hola Helena,
ResponderEliminarYo estoy un poco como todos.He estado dos veces en Roma pero Ostia Antica no la visité.A la vista de tu artículo y de las fotos creo que me perdí un lugar super interesante.Lo apunto como imprescindible para cuando vuelva a Roma.Muy buen artículo!
Buenas Helena! O has visitado otra ciudad que no es Roma... o yo he leído muy poco de la ciudad. Creo que va a ser lo segundo jejeje... pero prácticamente todo me sonaba a chino. No sabía de los lugares como la ciudad abandonada (que me ha parecido increible) o esos baños colosales.
ResponderEliminarSi que tenía constancia de las catacumbas (conociéndome es normal...) y tenía pensado visitarlas cuando pise Roma. Yo como no entiendo ni ingles ni italiano... el guía no será un problema... pasaré yo más de él que él de mí jejeje.
Un saludo!
En mi visita a Roma, me pasó comoa Víctor que no fui a Ostia. Tampoco nos dio tiempo a ir a las catatumbas ni a las termas. Así que ya tenemos excusa para volver. Aunque con el recorrido que nos has hecho, parece que yo misma he estado allí ;-)
ResponderEliminarSaludos
No sé por qué motivo tan poca gente visita Ostia. Cuando estuvimos allí, estábamos completamente solos lo que contrasta con las largas colas para entrar a los Museos vaticanos o al Coliseo. Igual que a ti, me encantó y creo que es una de las visitas imprescindibles cuando se viaja a Roma.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hola a todos!
ResponderEliminar- Babyboom, Ostia era un sitio que a mí me hacía mucha ilusión y todavía me quedé con ganas de recorrer la Via Apia en bici, pero a eso no dio tiempo. Me alegro de que te haya gustado la entrada
- María pues a la tercera va la vencida, ¿no? Como era la segunda vez que iba, hice mucho hincapié en visitar los sitios en los que no había estado y casi todo lo de este día era nuevo para mí...
- Víctor, me alegro de haberte descubierto algún rinconcito... De las catacumbas hay mucho escrito por la web y son lugares que, por H o por B, llaman la atención y hay que ver
- M.C. también eran sitios que yo tenía pendiente... ¡hasta ahora!
- MTTJ, coincido completamente con tu opinión. A lo mejor el hecho de estar algo alejada y tener que coger tren para ir, influye en la concurrencia de gente...
Un saludo a todos y muchas gracias por vuestros comentarios :)
Ostia y la laVia Appia Antica fueron de las cosas que más me gustaron de Roma, sobre todo por poder disfrutar de sus rincones casi en total soledad, y eso que era Agoto. Visitas 100% recomendables para todo el vaya allí. :)
ResponderEliminar¡Que de cosas aprendeo leyéndote Helena! Me encanta tu relato y tus fotos y estoy deseando ir a Roma algún día!!!
ResponderEliminarPor supuesto, tendré en cuenta tus consejos!
Un abrazo
pd: no sé pq diablos blogger no me deja comentarte con mi perfil!!
Fran soler- myguiadeviajes
Nosotros cuando fuimos también estuvimos mirando ir a Ostia Antica, pero no nos daba tiempo... sí nos pasamos por las catacumbas, pero las termas solo las vimos por fuera.
ResponderEliminarTienen buena pinta tanto Ostia Antica como las termas, además de las termas me han hablado muy bien, así que ya se que ver otra vez que vaya para allá ;)
Un saludo
¡Hola chicos!
ResponderEliminar- Amaia, me quedo pendiente por recorrer la Via Appia. Tenia pensado alquilar una bici y dar una vueltecilla por alli, pero no dio tiempo... Queda en cosas pendientes
- Hola Fran, blogger va ultimamente fatal. A mi ahora no me deja poner acentos... Cuando te pase eso, intenta meterte como "Nombre/URL", que a veces funciona.
Me alegra que te haya gustado el relato, para mi, este fue un dia nuevo e interesante
- La verdad es que si vas con poco tiempo es una de las cosas que se suelen dejar fuera, pero es muy interesante. Las termas me decepcionaron un poco (y mas, despues de ver las de Ostia). Debieron ser muy monumentales, pero solo te dejan entrar en determinados sitios (esta muy restringido) y pierde encanto... Al menos a mi modo de ver
Un saludo a todos y gracias por vuestros comentarios ;)
Hola Helena, fantásticas las fotos de los mosaicos, es lo que más me gusta del arte romano. A las termas de Caracalla llegué tarde así que las leo en tu blog. La Boca de la Veritá era curiosa pero lo de hacer cola media hora para la dichosa foto pues no, así que tengo una "en escorzo". Como había mucho que ver también comimos donde pudimos, unos sandwiches muy ricos que el camarero cojía del mostrador con una servilleta de tela muy gruesa. Saludos. evimpresionista (me pasa lo que a Fran)
ResponderEliminar13 de julio de 2011 19:57
- Turismo, totalmente al hilo de la entrada, ¡sí señor! ¡con un par!
ResponderEliminar- Hola viajero impresionista. Los mosaicos de las termas de Neptuno estaban increíblemente bien conservados; te hubieran gustado entonces. En la boca de la veritá, aunque es curioso hacerse la típica foto, se puede ver desde fuera, ¿para qué esperar horas de cola?
Por cierto, ¿entrando como Nombre/URL, no os deja tampoco? No sé qué más se puede hacer...
Un saludo