Visita del Vaticano
6:30 h. En pie. A las 8:00 h teníamos la entrada a los Museos Vaticanos y no nos podíamos permitir llegar tarde. Nos tomamos un vasito de leche con galletas en el apartamento y, tal como habíamos planificado en la página web de autobuses de Roma, fuimos a la parada del 492 que en apenas 15 minutos nos dejó en el Viale Vaticano, a escasos metros de la entrada a los Museos (que no se encuentra en la Plaza de San Pedro). Algo que me sorprendió fue la cola que había ya a esas horas en la puerta, y eso que la entrada de la gente que no tenía la entrada sacada comenzaba a las 9:00 h. Nosotras, que habíamos comprado la entrada por internet, adelantamos a todo el personal y nos plantamos en una cola mucho más reducida que había frente a la puerta. Al lado había también una tercera fila para grupos, que creo que también empezaban a entrar a las 8:00 h.
En mi viaje de estudios de 3º de BUP, cuando estábamos esperando para entrar, hubo una amenaza de bomba y no pudimos pasar a los museos, por lo que éste también era uno de los sitios que no me podía perder en este retorno a la ciudad.
Con una puntualidad, llamémosla Vaticana, a las 8:00 h estábamos adentrándonos en uno de los museos más importantes del mundo. Yo quería hacer la ruta que marcaba la guía que llevábamos pero en el camino nos encontramos con diversas puertas cerradas… aunque, a la salida me di cuenta de que más tarde estaban abiertas. Así que nos olvidamos de rutas y caminando fuimos viendo las cosas más relevantes.
Nuestro primer asalto fue al famoso patio de la Piña, que debe su nombre a la escultura de una enorme piña y es que se ve que ésta era un símbolo romano de riqueza y abundancia. Flanquean el fruto dos pavos reales provenientes de la Villa de Adriano.
Pasamos después al interior del edificio y atravesamos la galería de los candelabros. No tengo muy claro de dónde le proviene el nombre ya que allí había de todo menos candelabros. Lo más destacable de la sala eran dos esculturas: Artemisa de Éfeso, totalmente cubierta de testículos de toro, imagino que en una alusión a la fertilidad, y el Sátiro con joven Baco sobre sus espaldas.
A continuación la galería de los tapices, donde unos enormes tapices flanqueaban las paredes, y la galería de los mapas, donde había mapas del siglo XVI cubriendo los muros de estos enormes pasillos. Aunque yo no soy muy amante de los tapices ni de los mapas me llamó la atención uno en el que se mostraba la ciudad Avignon, con su famoso puente (hoy derruido) uniendo ambos márgenes del Ródano.
Al poco llegamos a las antiguas dependencias privadas del Papa Julio II, un total de cuatro estancias (la Cámara del sello, la del Heliodoro, la del incendio del Borgo y la de Constantino), que fueron decoradas por Rafael en 1508 y le supusieron la fama inmediata. En ellas se expresan los ideales filosóficos y religiosos del Renacimiento, siendo especialmente valorado el fresco de La Escuela de Atenas.
En el mismo Rafael utilizó los rostros de algún coetáneo para representar a los grandes pensadores de la historia, así en el centro Platón señala con su dedo el cielo refiriéndose a su “mundo de las ideas” (con la cabeza de Leonardo Da Vinci), mientras Aristóteles se encuentra a su lado apuntando a la tierra, la realidad material. A la izquierda de Platón y de verde destaca Socrates, enumerando con sus dedos. Le escucha atento un joven armado que se ha interpretado como Alejandro Magno. Junto a él, Jenofonte de azul y verde, el historiador y militar se distrae pensando en sus próximas campañas. Diógenes, un anciano vestido de azul, está tumbado en los escalones.
A la izquierda Epicuro, con una corona, lee un libro. Pitágoras, observado por Averroes, está absorto en su escritura. Hipatia de Alejandría, nos mira envuelta en su túnica blanca. En el centro del fresco aparece Heráclito con la cara de Miguel Ángel.
A la derecha, apoyado en su compás, Euclides enseña geometría, a quien Bramante presta su cara y en cuyo vestido se puede apreciar la firma del autor. Ptolomeo y Zoroastro, sostienen un globo terráqueo. Por último, con una boina negra destaca el propio Rafael, que se retrató junto a su maestro Perugino.
Se puede hacer una visita virtual de todas estas salas en página web del Vaticano.
Al salir de allí nos dirigimos al punto más famoso de los museos vaticanos, a la Capilla Sixtina. Aún no había excesiva gente y pudimos disfrutar del espectáculo de frescos que hace cinco siglos, verdaderos maestros como Miguel Ángel o Botticelli plasmaron en cada rincón de la sala.
Sentadas en uno de los bancos que hay a lo largo del perímetro de la sala, nos quedamos embobadas contemplando una de las obras maestras de Miguel Ángel: las escenas del techo relativas al Génesis. La más conocida, que es la que se encuentra en el centro de la bóveda: la creación de Adán, cuando Dios lo toca con el dedo para darle la vida.
En las paredes multitud de frescos de artistas como Perugino o Signorelli, pero el que destaca es el mural de 13 x 12 metros de Miguel Ángel que representa el Juicio Final.
En este marco es donde se reúne el cónclave para elegir nuevo Papa.
Al salir de la sala, hicimos una rápida incursión en la Pinacoteca, donde se muestran alrededor de quinientas pinturas de las mejores escuelas italianas ordenadas cronológicamente desde el siglo XII hasta finales del siglo XIX. En su haber, obras de Leonardo Da Vinci o Caravaggio.
Una cosa que pudimos ver, y que yo pensaba que jamás vería, fue una exposición de huevos de Fabergé. Algunos realmente curiosos… y el dineral que deben valer…
Aunque nos costó un poco dar con la zona de esculturas, preguntando al personal y tras dar un par de vueltas, encontramos el “Laocoonte y sus hijos”, una escultura de mármol que data del Siglo I. En ella se muestra al troyano Laocoonte, que advirtió a sus compatriotas del engaño del caballo de Troya, apunto de morir junto a sus hijos, a manos de las monstruosas serpientes enviadas por Atenea. Fue descubierta por Miguel Ángel en la Domus Aurea, del mismo modo que el Torso de Belvedere, esculpido en el siglo I a.C. por Apolonio de Atenas.
En la sala redonda se exhibe una pila de 13 metros de diámetro construida a partir de un único bloque de pórfido que fue extraída también de la Domus Aurea.
Llevábamos alrededor de dos horas en el interior de los museos, y comenzaba ya a agolparse gente, así que decidimos salir de allí y encaminarnos a la Basílica de San Pedro. Aunque nos costó un poco decidirnos a bajar por la moderna rampa en caracol que conducía a la entrada principal, parecía de todo menos la salida…
De camino a la basílica comprobamos cómo la cola de entrada a los museos había crecido exponencialmente, y antes de que pasara lo mismo en la entrada a la Basílica de San Pedro, nos pusimos a la cola para pasar el control de seguridad y poder acceder a su interior, control que, tal y como había leído, pasamos relativamente rápido y en un “plis” estábamos dispuestas a visitar.
La Basílica se levantó sobre la tumba del apóstol San Pedro, ubicada en una necrópolis del siglo I. Durante más de 1.000 años hubo allí otra basílica de menores dimensiones, pero los Papas del Renacimiento la derribaron para poder levantar una nueva basílica más majestuosa sobre la tumba del apóstol. Las obras duraron 160 años y en ellas trabajaron artistas de primer orden, Maderno en la fachada, Miguel Ángel en la cúpula o Bernini en la Plaza...
Al ser Semana Santa, el interior estaba a tope, además, el Papa iba a dar una misa, por lo que no se podía acceder a la nave central ni al crucero, que se encontraban completamente vallados; tan sólo pudimos bordear la iglesia, por su nave lateral, arrastradas completamente por una enorme marea de gente.
Divisamos la famosa Piedad de Miguel Ángel a lo lejos (menos mal que mi cámara tiene buen zoom)… y aunque en un principio teníamos en mente subir a la cúpula y acceder a las Tumbas de los Papas, tal era la cantidad de gente que había, que ni siquiera vimos las indicaciones. Sufrimos empujones, pisotones,… no sé qué le pasa a la gente en estas situaciones que pierde completamente los modales. Cintia estaba cada vez más cabreada, ya no sólo la gente le empujaba, sino que un trabajador que estaba colocando unas sillas también la apartó de malas formas… ¿Qué necesidad hay de estar pasándolo mal? Nos fuimos de allí.
En el exterior, por lo menos, se podía respirar. Allí vimos el obelisco procedente del Circo de Neron, la Capilla Sixtina con la chimenea de la fumata de los cónclaves y las ventanas de las habitaciones del Papa.
Seguimos recorriendo Roma
Pero ya habíamos tenido suficiente Vaticano por el momento, así que a través de la famosa Via Della Conciliazione, nos fuimos acercando al Castel San’t Angelo. Al llegar comenzaba a haber cola para entrar, pero ésta no era demasiado grande y logramos pasar relativamente rápido (tras 10 minutos de espera).El edificio, fue inicialmente el mausoleo familiar del emperador Adriano, pero su estructura y situación hicieron que más tarde actuara como fortaleza militar. Era un lugar donde se podían resistir asedios durante meses y de necesaria conquista antes de que cualquier invasor se proclamara dueño de Roma.
Se dice que hay un pasadizo que lo conecta con el Vaticano y es que también ha sido residencia Papal, motivo por el que algunas estancias tienen bonitos frescos renacentistas. Posteriormente se utilizó como cárcel y finalmente como Museo. Vamos, todo un “mezcladillo”.
En su sobrio interior destaca la famosa rampa helicoidal, que dando una vuelta al edificio, desemboca en la cámara de las cenizas. Pero si por algo vale la pena la visita de este monumento, es por las vistas que ofrece de la ciudad. Desde la terraza, donde se encuentra la gran estatua de San Miguel hecha en bronce, hay una espectacular vista de la ciudad de Roma y del Vaticano.
Frente a él, el Ponte Sant’Angelo, un puente peatonal sobre el río Tiber custodiado por unas bonitas esculturas de Bernini y sus discípulos del siglo XVII.
Al salir de allí pasamos frente al Palacio de Justicia y cruzando el puente Cavour, llegamos hasta el Museo del Ara Pacis. Yo tenía curiosidad por verlo aunque me resultaba bastante caro (11 euros) para lo que hay que ver, pero no sé por qué al presentar la Roma Pass nos salió gratis. Así que, para dentro.
Allí sólo se expone el monumento que se creó en el año 13 a.C. para celebrar la paz en el Mediterráneo tras las batallas del emperador Augusto. El monumento, no es más que un altar situado en el interior de una estructura de mármol, con varios relieves que muestran a la familia de Augusto en procesión, además de diferentes alegorías relacionadas con la mítica fundación de Roma.
El Ara Pacis estaba dedicado a la diosa de la Paz, en honor a la cual cada año se realizaban en él diversos sacrificios. El altar estaba situado de tal forma que la sombra del gran obelisco situado en el Campo de Marte se proyectaba sobre el Ara Pacis el día del cumpleaños de Augusto. La crecida del río hizo que el altar quedara sumergido en el lodo durante más de un milenio. No fue hasta el siglo XVI cuando se encontraron parte de los restos que finalmente fueron restaurados en 1938.
Frente al museo, se encuentran las ruinas del Mausoleo de Augusto. Se piensa que tras haber derrotado a Marco Antonio en Egipto, el emperador decidió emprender la construcción de un mausoleo propio a imagen de la imponente tumba que había visto de Alejandro Magno en Alejandría. Hizo construir un mausoleo de sección circular y 90 metros de diámetro hecho de ladrillo y tierra, cubierto por mármol blanco y con un techo cónico (a 42 m de altura) rematado con una estatua suya. En su interior se encontraban los nichos que en su día albergaron las cenizas del emperador y su esposa (Calígula), de Agripa, de Octavia (hermana del emperador), de Marcello (sobrino del emperador, el del teatro),…
Sin embargo, cuando Roma fue saqueada por los godos, en el año 410, las urnas fueron robadas. Más adelante el lugar se fortificó y se conviertió en el castillo de la familia Colonna, que al perder su poder pierde la residencia y el lugar queda en la ruina.
Actualmente se encuentra cerrado al público y no se puede visitar. Es muy triste ver lugares con tanta historia en ese estado de abandono.
Desde allí teníamos a un tiro de piedra la Plaza de España, pero ya era mediodía y el hambre apretaba, así que nos sentamos en una terracita cercana a la plaza a comer y a descansar un rato las piernas. Y vaya si nos dio tiempo a descansar porque tardaron en hacernos caso una barbaridad… Pero bueno, tampoco teníamos prisa…
Al terminar nos acercamos hasta la monumental y animada escalinata de la Plaza de España, donde se concentraban gran cantidad de turistas. El nombre de la plaza se debe a que la embajada de España está instalada en un palacio cercano desde el siglo XVII. En el centro de la Plaza destaca la Fontana della Barcaccia construida por Bernini, mientras que en la parte alta se encuentra la iglesia de Trinità dei Monti y, aunque debe existir una bonita vista de la plaza desde arriba, yo me veía incapaz de emprender tal ascenso, así que cogimos el metro para trasladarnos a la parada de Barberini.
Allí de nuevo Bernini agasajó la ciudad con una nueva fuente: la Fontana del Tritone. Unas abejas decoran su base, símbolo de los Barberini, ya que fue el Papa Urbano VIII Barberini, el que quiso decorar este lugar cercano a su palacio familiar.
Sin embargo, lo que nosotras teníamos interés por ver era Sta. Maria della Concezione, y no por la iglesia en sí, que también alberga obras de autores importantes, sino por ver la Cripta de los Capuchinos, en la que existen cinco capillas artísticamente decoradas con huesos. Siendo sincera, esperaba algo más tétrico y macabro, pero por el contrario me pareció un sitio algo explotado turísticamente. Pensaba que sería un espacio similar a las catacumbas, pero nada que ver.
A la salida de la cripta, intentamos entrar a la iglesia, pero estaba cerrada, así que dirigimos nuestros pasos hacia Santa Maria della Vittoria, para ver una de las esculturas más conocidas de Bernini, el éxtasis de Santa Teresa.
Tras la visita seguimos caminando hacia Santa María de los Ángeles, lo que antiguamente eran las Termas de Diocleciano, uno de los complejos termales más importantes de Roma. Desgraciadamente apenas quedan restos de ellas, después de los saqueos masivos de piedra y mármol, las naves principales fueron aprovechadas para construir esta iglesia y, aunque el proyecto principal corresponde a Miguel Angel, fue muy modificado posteriormente. Eso sí, las dimensiones de su interior no dejan indiferente a nadie.
En el centro de la plaza, una nueva Fuente, la de las Nayades, del año 1901. Yo me hubiera acercado a Santa Maria Maggiore, que estaba relativamente cerca, pero el cansancio ya apretaba y Cintia se hubiera vengado de mí en cuanto cayera dormida, así que tomamos de nuevo el metro para acercarnos hasta la Piazza del Popolo.
La salida del metro nos dejó al otro lado de las murallas, así que volvimos a entrar en el centro de la ciudad a través de la Puerta del Popolo. Esta puerta ha sido, desde la antigüedad, la principal entrada/salida de Roma. De ella partía la Via Flaminia, que conectaba la urbe con el resto del continente y aunque durante la Edad Media continuó desempeñando este papel empezó a perder importancia en el siglo XIX, con el desarrollo del ferrocarril como medio de transporte.
El centro de la plaza lo preside un obelisco que en tiempos de Augusto se encontraba en el Circo Máximo. El Papa Sixto V lo trasladó a este lugar a finales del siglo XVI para realzar la importancia de este lugar.
En él, además, convergen las tres calles que parten de la plaza formando un tridente: la del Corso y Ripetta, siguiendo el mismo trazado que tenían en época antigua, y la Via del Babuino.
Destacan en ella también dos iglesias gemelas (de la época barroca) que aunque fueron diseñadas como gemelas, poseen ligeras diferencias, ya que tuvieron que adaptarse al espacio disponible.
Pero si algo hay que ver en esta plaza es la iglesia Santa Maria del Popolo, cuyo interior acoge dos Caravaggios (la Crucifixión de San Pedro y la Conversión de San Pablo), además de otras obras renacentistas de primer orden.
El cansancio empezaba a hacer mella en nosotras así que pusimos rumbo al apartamento, para pegarnos una ducha antes de salir de nuevo a cenar en las cercanías de nuestro querido Panteon. Se estaba convirtiendo en una agradable costumbre con la que cada día dábamos las buenas noches a la ciudad…
No sé como se las apañan pero los Museos Vaticanos siempre están hasta arriba de gente, cuando fui yo había una cola gigante y no tenía la entrada anticipada pero se puso a diluviar y la gente se espantó, yo me quedé aguantando el chaparrón y aunque empapada como una esponja entré en 5 minutos, jejejeje.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu relato porque describes todo muy bien y das muchos datos, las fotos también son muy chulas. ;)
Hola Helena!
ResponderEliminarMuy chulo el relato, que como dice Babyboom, las cosas están muy bien explicadas (la descripción del interior de los Museos Vaticanos, me ha parecido interesante).
Hay una cosa que me ha parecido curiosa! El huevo amarillo ese de Fabergé, no es el que aparece en la Peli Ocean's 11, 12 o 13?
Hasta pronto!!
=)
Es una pena que no pudiérais subir a la cúpula! Hay bonitas vistas..., aunque con el diluvio que nos cayó a nosotros apenas pudimos disfrutar de las vistas.
ResponderEliminarNosotros pudimos entrar en los museos vaticanos sin esperar cola alguna... Puede que el mal tiempo q hacía esa mañana facilitara las cosas, como le pasó a Babyboom.
Saludos
- Hola Babyboom, imagino que la lluvia ayudaría, porque menudas colas había cuando yo fui... Y nosotras, gracias a que entramos una hora antes, porque lo de San Pedro no tenía nombre. Me alegro que te gusten los relatos :D
ResponderEliminar- Non gogoa, han zangoa, no tengo ni idea de lo del huevo; todo lo que yo sabía de ellos era que habían salido en "El internado", jejeje Pero la verdad es que había alguno muy bonito... Me gustaría saber el orden de magnitud de su precio, porque deben costar un ojo de la cara
- Lo de la cúpula fue una pena, aunque me supo peor no entrar a la cripta de los Papas. Cuando fui en el viaje de estudios vimos (e incluso tocamos) a Juan Pablo II y ahora, no sé, quería ver su tumba...
Además en las fechas en las que íbamos no se podía visitar la Necrópolis, que también me hubiera gustado verla, pero bueno, como tiramos la monedita a la Fontana de Trevi, otra vez será... :S
¡Un saludo chicas!
hola!!!
ResponderEliminarOye....todavia está eso de elegir un camino de un color para recorrer los museos vaticanos??? O aquello ya pasó ala história?
Hace como 12 años que no estoy en Roma, así que tengo unas ganas de volver increibles, y más cuando veo tus fotos!!
Por cierto, la Plaza de España sigue estando igual, tanto de flores como de gente!!
una ciudad magnífica... llena de historia y misterios ;-))
ResponderEliminarhttp://malviatge.blogspot.com/
Un saludo
Hola Xipo, pues la verdad es que yo no vi ninguna ruta por colores; no sé si es que no están o que yo no las vi... Ya te digo que al ir tan pronto había algunas puertas cerradas que a la salida estaban abiertas. Nosotras simplemente seguíamos las indicaciones a la Capilla Sixtina.
ResponderEliminarLo de la gente fue otro cantar, ¡Roma estaba abarrotada!
Hola Gali, muchas gracias por pasar por aquí y animarte a comentar. Voy a echarle un vistazo a tu blog.
Saludos
Mi visita a Roma fue totalmente exprés, así que espero volver y poder visitar el Vaticano :-). Un buen resumen ;-)
ResponderEliminarHola Helena,
ResponderEliminarVaya visita más completa que hicísteis, vamos que veo que me quedaron cosas por visitar, una buena excusa para volver a Roma y al Vaticano.
Muy curiosa, la exposición de huevos de Fabergé.
Saludos.
- Artabria, claro que sí... Aún así le pegasteis un buen repaso a la ciudad para el poco tiempo que estuvisteis. Nosotras, con tanta gente, acabamos agobiadas y terminamos por marcharnos, pero por lo menos vimos los museos que era lo que tenía pendiente. Saludos
ResponderEliminar- Víctor, pues yo ese día hubiera visitado tres iglesias más, que por la tarde nos daba tiempo, pero ya no podíamos con nuestra alma... A mí también me resultó muy curioso lo de los huevos. Un saludo!
Hola Helena,
ResponderEliminarUn etapa muy chula, he aprendido bastante con tus explicaciones, lástima que hubiera tanta gente pero Roma es Roma, sobretodo en Semana Santa.
Un saludo ;)
Hola Carfot:
ResponderEliminarPues sí que exprimimos el día a tope pese a la cantidad de gente que había. Me alegro que hayas encontrado el relato de interés.
Un saludo
Tomo buena nota de reservar la entrada por Internet para los museos vaticanos, vistas las colas que se forman. Me encanta el fresco de las Escuela de Atenas, impresionante.
ResponderEliminarCreo que con los relatos que vas haciendo, para una futura visita a Roma me van a venir al pelo jeje
Saludos!!!
Hola José Carlos:
ResponderEliminarLa verdad es que sí que había colas, no sé si en otras épocas pasará lo mismo, pero en Semana Santa Roma se pone a tope y por un poquito más de precio vas allí a cosa hecha... Yo lo recomendaría.
Me alegra que veas de utilidad los relatos.
Un saludo!!