Tras dedicar la mañana a recorrer la zona norte de la península de Istria (Croacia) nos restaba la tarde para visitar los lugares más conocidos de la ruta que habíamos planeado. 

Así llegamos hasta Poreč (conocida también como Parenzo, en italiano), una pequeña ciudad de empedradas calles, con un bonito casco antiguo peatonal y de ambiente mediterráneo, que cuenta con un importante monumento que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997: la Basílica Eufrasiana. Siendo del siglo VI se trata de uno de los monumentos más hermosos del arte bizantino debido a sus impresionantes mosaicos de oro. 

Pese a lo turístico de la ciudad, logramos dejar el coche bien aparcado en la calle (no muy lejos del casco antiguo) y emprendimos la marcha a pie. 

La ciudad está plagada de vestigios de las civilizaciones que la han ocupado a lo largo de la historia: romanos, bizantinos, venecianos, austriacos, franceses, italianos… Aun así su urbanismo sigue la disposición del antiguo asentamiento romano, denominado Parentium, con una calle principal, la Decamanus, recorriéndola longitudinalmente y el Cardo maximus cruzándola perpendicularmente. Los edificios que la pueblan son principalmente góticos, construidos en piedra y reconvertidos hoy en día en tiendas de souvenirs, restaurantes, bares y galerías. 

Sin embargo, nuestras miras estaban puestas en otro lugar, al que nos dirigimos a continuación: la Basílica Eufrásica. Ésta recibe su nombre del Obispo Eufrasio, que la mandó construir en el año 553 d.C. sobre los restos de un oratorio del siglo IV. La basílica es en realidad un conjunto de varios edificios formado además por un baptisterio, una sacristía, el palacio del obispo y un campanario. 

Recorriendo las estancias del complejo fuimos descubriendo todos sus recovecos, encontrando mosaicos del siglo IV. 

Pero lo verdaderamente famoso del lugar son los mosaicos que adornan el ábside de la Basílica que, siendo del siglo VI, se encuentran en un excepcional estado de conservación. El baldaquino, también se encuentra decorado con mosaicos, aunque son algo posteriores (del siglo XIII). 

Para acabar la visita subimos a la torre del campanario, desde la que hay unas vistas muy bonitas del casco de la ciudad, del mar Adriático y su costa. 

Al salir de la basílica seguimos nuestro paseo por la ciudad, hasta llegar al Cardo Maximus, donde nos sentamos a tomar un café. 

Cerca de allí dimos a parar con la plaza de Marafor que antaño acogió un foro romano, y donde todavía se pueden ver los restos de dos antiguos templos romanos (dedicados a Neptuno y Marte). Al norte de la plaza, encontramos un conjunto de edificios en los que se situó el antiguo Parlamento regional de Istria y que hoy en día acogen un museo. Anteriormente formaron parte de una iglesia franciscana construida entre los siglos XIII y XIV. 

Tras recorrer la ciudad, emprendimos la vuelta hacia el coche, pasando por las torres que aún sobreviven de las antiguas murallas venecianas de la ciudad (del siglo XV): la torre Pentagonal, la Torre Circular y la Torre Norte. 

La ciudad nueva fue creciendo fuera extramuros de sus murallas, así fueron surgiendo también iglesias medievales como la de Nuestra señora de los ángeles que, construida en el siglo XVIII, se eleva en Trg. Slobode (la plaza de la Libertad). 

Nos despedimos de la ciudad tras acercarnos al pequeño embarcadero desde el que salen los barcos a Sveti Nikola, una pequeña islita frente a la ciudad a la que la gente acude a nadar y tomar el sol. 

Por si os interesa ahondar algo más en la ciudad, aparte de la península en la que se encuentra el casco histórico de Porec, su municipio cuenta con 37 km de costa en los que encontraremos diversos complejos turísticos. Los principales se sitúan en dos bahías al sur de la ciudad: Zelena y Plava Laguna. Se tratan de complejos que se han convertido casi en pequeñas ciudades, con hoteles, instalaciones de camping, un puerto deportivo y zonas comerciales o de entretenimiento. 

Desde allí pusimos rumbo hacia Rovijn, para mí, la joya de Istria.