Tras nuestra visita a Chichén Itzá y al cenote Ik Kil por la mañana, después de comer, continuamos la ruta hacia Izamal, el famoso pueblo amarillo del Yucatán. En esta entrada os contaremos todo lo que dio de sí nuestra visita. 

Nos metimos de nuevo en el coche y emprendimos la marcha. Teníamos algo más de una hora de carretera hasta Izamal y, dado que aún quedaba bastante camino por delante, yo quería poner gasolina. Así que, desde que salimos de Chichén Itzá, andábamos en busca de una estación de servicio… pero los kilómetros pasaban, no se veía ninguna gasolinera y el indicador de gasolina del coche, a partir de medio depósito empezó a bajar de manera exponencial … Madre mía, que agobio! Yo ya nos veía tiradas en la carretera (a saber dónde), andando hasta Izamal para comprar un bidón de gasolina y volver al coche… En fin, al final llegamos hasta la ciudad, y pudimos llenar el depósito, pero esto nos enseñaría para el resto del viaje a no dejar pasar el indicador de medio depósito sin llenarlo porque a partir de ese punto, éste estaba prácticamente vacío. 

Pero llegamos y aparcamos sin mucho problema en una de las calles céntricas de la ciudad. Ya estábamos en el pueblo amarillo. Esa es, quizás, una de las principales curiosidades de la ciudad, el hecho de que todas sus casas son amarillas. Al parecer, en 1993, con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II, se decidió pintar el pueblo por completo de amarillo y blanco (colores de la bandera del Vaticano) para darle la bienvenida. 

También se la conoce como “la ciudad de las colinas”, pues tenía varias de lo que se creían que eran pequeñas colinas, que resultaron ser antiguas pirámides mayas. 

Para cuando llegamos, el pueblo parecía tener una especie de fiesta y sus calles estaban cortadas al tráfico y la plaza principal del pueblo estaba ocupada por casetas de feria, aunque aún estaban cerrados y no había mucha gente. Aun así, pudimos acercarnos a ver los principales puntos de interés: 

Y empezamos por el Convento de San Antonio de Padua. Quizás, el lugar más conocido de la ciudad, ya que tiene el patio cerrado más grande de América y el segundo más grande del mundo, tras la Plaza de San Pedro del Vaticano. 

El Convento de San Antonio de Padua fue construido entre los años 1549 y 1561 en el lugar donde se encontraba una de las pirámides de la ciudad (conocida como Pop-hol-Chac). La pirámide fue demolida por los españoles, que usaron sus piedras para levantar el convento. Al entrar en la plaza nos encontramos con sus famosos soportales y arcos bordeando todo el patio. 

En el interior del templo hay pinturas murales del siglo XVI, un retablo barroco bañado en oro y una famosa escultura de la Virgen de la Purísima Concepción, conocida como La Virgen de Izamal (que es la patrona de Yucatán), sin embargo, para cuando llegamos nosotras estaba cerrado y no pudimos entrar. 

Bajamos del convento por unas rampas en forma de zigzag que nos llevaron directas a la plaza principal de Izamal, conocida como el parque 5 de Mayo, donde se encuentran (como ya habíamos visto en otras ciudades) el letrero de la ciudad. Cuando nosotras fuimos había una feria y la plaza estaba plagada de casetas y atracciones, por lo que nuestras fotos no son una maravilla, pero se trata de uno de los lugares más fotografiados del pueblo. 

En esta plaza y en la vecina Plaza de la Constitución se encuentran los edificios más bonitos de la ciudad, porticados, de la época colonial, entre los que se encuentra el Palacio Municipal. 

Desde la plaza nos dirigimos a la pirámide de Kinich Kakmó, a la que se accede por la calle 27. Es la pirámide maya más importante de las existentes en Izamal. Tiene dos pisos y, pese a no parecerlo, cuenta con una altura total de 34 metros, siendo la tercera más alta de México (por encima de la pirámide de Kukulkán de Chichén Itzá). Desde su cima podemos apreciar otra perspectiva de la ciudad. 

Al salir de esta pirámide nos dedicamos a caminar y callejear por Izamal. Así nos encontramos con otra de las pirámides de Izamal, la Pirámide de Itzamatul. Esta pirámide está cerrada con unas rejas, por lo que nos tuvimos que conformar con verla desde fuera. 

Desde allí ya pusimos rumbo de vuelta hacia el coche a través de la Calle 31, la vía principal y una de las más fotogénicas de Izamal. Nos acercamos a ver el Parque de los Cañones, donde también podemos ver la Capilla de la Santa Cruz (en uno de sus laterales), que es una de las más antiguas de la ciudad. 

A lo largo de las calles, veremos placas donde se narran alguna de las leyendas de la ciudad. Al parecer, todas ellas están recogidas en el libro «Leyendas de Izamal». Es curioso porque algunas de ellas están acompañadas de pequeñas esculturas o dibujos. 

Tras el recorrido a la ciudad, comenzaba a atardecer y todavía teníamos que llegar hasta Mérida donde íbamos a dormir esa noche. Así que, después de tomarnos un helado de un puesto en la calle, regresamos al coche y nos lanzamos de nuevo a la carretera (esta vez más tranquilas con gasolina en el depósito). 

En principio, la carretera de acceso a Mérida era buena y aunque nos separaba de ella una hora y algo de ruta, no se nos hizo muy largo. Lo malo fue al entrar en la ciudad. No sé si hubo un accidente o es el tráfico habitual de Mérida (que se notaba que era una ciudad mucho más grande de las que habíamos visitado hasta el momento), pero nos comimos un atasco de aúpa. Estuvimos como una hora, casi paradas, en la carretera de entrada a la ciudad. Por lo que al final, llegamos bastante tarde a nuestro hotel, el Art 57 Hotel - Adults Only. Dado que el hotel no tenía aparcamiento, cuando vimos un parking público situado no muy lejos del hotel decidimos dejarlo allí y seguir a pie. Creo recordar que ni siquiera cenamos. Llegamos de noche y bastante tarde, pero no podemos negar que habíamos aprovechado el día.