No paró de diluviar durante toda la noche. Recuerdo que, entre sueño y sueño, oía el golpe de las gotas de lluvia contra los portones de madera de la ventana de la habitación y pensaba: que llueva todo lo que tenga que llover ahora y a ver si mañana el tiempo nos da una tregua… Pero no fue así, el día siguiente estuvo completamente pasado por agua.
Subimos en primer lugar a Akronafplia, la más antigua de las fortalezas de la ciudad, poseyendo vestigios de épocas griega y romana, bizantina, veneciana y turca. En el interior de las murallas existían tres fortificaciones distintas: el castillo de Toros (del siglo XV), donde en la actualidad hay un hotel, el castillo de los francos (del siglo XIII) y el castillo de los griegos (siglos XII y XIII) por este motivo se la conocía como “Tres Castillos”.
Comenzaba a llover, así que montamos de nuevo en el coche para dirigirnos a la fortaleza Palamidi, un fortín veneciano (del siglo XVIII) que se encuentra sobre una colina a 216 m de altitud desde la que hay bonitas vistas del casco antiguo de Nafplio. Sus siete bastiones no bastaron para contener los muchos asedios que sufrió y en numerosas ocasiones cedió al sitio de sus enemigos. Después de la independencia fue utilizada como prisión.
Desde ambas podíamos divisar la fortaleza Bourtzi situada en una isleta a 500 m del mar. Esta fortaleza veneciana que data de 1473, se creo para impedir el acceso a puerto de barcos enemigos y en su día estaba unida a Akronafplia mediante cadenas, por lo que también era conocida como Porto Cadena.
Eran ya las 9:00h de la mañana así que volvimos al hotel a recargar las pilas en uno de los mejores desayunos que hemos tenido a lo largo del viaje, recogimos las maletas y justo cuando comenzó a caer la que bien podía haber sido denominada “tormenta perfecta”, nos pegamos una carrera hasta el coche para salir en dirección hacia Argos.
En la cima de la colina Larissa se encuentran las ruinas del kastro (con restos de diversas épocas) y en la colina Aspis existen diversos restos arqueológicos, entre los que destaca el Heraion, las termas y el gimnasio, pero el diluvio universal que estaba cayendo mermó nuestro entusiasmo y decidimos poner rumbo a Esparta para ver si allí llovía algo menos.
Teníamos en mente que Mistras cerraba a las 15:00 h (aunque después descubrimos que lo hacía a las 17:00 h), así que decidimos que esa sería nuestra siguiente parada. La ciudad fue fundada en 1428 por los francos en las laderas del monte Taígetos y en época bizantina se convirtió en capital del Despotado de Morea. Está dividida en tres partes: el kastro o fortaleza, a la que se accede desde la ciudad alta y la ciudad baja. Posee dos puertas de entrada (a pagar sólo una entrada).
Cuando llegamos ya eran las 13:00 h, así que paramos en primer lugar en la parte baja o Kato Poli, que pese a que antaño estaba habitada por artesanos y comerciantes provenientes de Esparta y pueblos cercanos, los restos que se conservan son mayoritariamente de monasterios e iglesias.
Conforme llegamos y, sin un mapa en el que apoyarnos, nos dirigimos hacia la derecha, hacia lo que después descubrimos que era la Mitropoli o Catedral de Agios Dimitrios, datada en el siglo XIII aunque fue remodelada en el XV; un bonito edificio en el que se cree que pocos años antes de que Constantinopla cayera en manos turcas, fue coronado el último emperador, Constantino XI Paleogos.
En ese punto tomamos el camino a la izquierda e iniciamos la ascensión hacia el Palacio. De camino, y cuando la niebla lo permitía, a lo lejos se distinguía el llamado Moni Pantanasas, un monasterio fundado en 1482 que todavía hoy está habitado por algunos monjes. Aunque había una pasarela que dirigía hacia aquella zona, estaba prohibido el paso.
El Palacio que, en realidad es un conjunto de edificios en ruinas formado por el Cantacucenos (la parte más antigua) y la sala del trono o Paleólogos, se encontraba en restauración, así que volvimos por el camino que habíamos ascendido, siguiendo una nueva ruta hacia la iglesia Evangelistria y el monasterio Vrontohión, centro cultural de la ciudad en el que sobreviven dos iglesias: Agii Theodori y Afendikó.
Estuvimos alrededor de 1:30 h recorriendo esta parte de la ciudad, donde la densa niebla que a ratos aparecía nos hacia difícil imaginarnos el conjunto de la ciudad y observar las vistas que se presumían bonitas. En cualquier caso subimos en coche a la ciudad alta y nos dispusimos a subir al Kastro. Éste fue construido en 1249 por Guillaume de Villehardouin, el fundador de la ciudad. La muralla doble se conserva en un sorprendente estado aunque dicen que lo mejor son las vistas que desde allí se obtienen del valle, nosotras nos conformamos con ver a ratos un atisbo de ellas.
Una vez terminamos de visitar la antigua ciudad, paramos a comer en una taberna que habíamos fichado durante la subida. Pese a que dentro había chimenea y era un sitio bastante acogedor, decidimos comer en la no menos bonita terraza cubierta de su exterior, y poder así admirar (cuando la niebla daba un respiro) las vistas que desde allí existían.
Esparta fue desde el siglo VIII al IV a.C. una de las ciudades-estado más poderosas de Grecia; este esplendor se mantuvo hasta la aparición de la vecina Mystras en la época bizantina, por la que se vio eclipsada. Habíamos leído que las ruinas que se conservan no reflejan el poder que tuvo esta ciudad en su época, no sólo por haber sido destruidas, sino también por el carácter sobrio y austero de los espartanos.
En el centro de la ciudad se encuentra un templo conocido como Tumba de Leónidas, pero no sé si fue por la lluvia que caía que por más que pasamos con el coche por la calle en la que ésta se encontraba no lo vimos, así como tampoco vimos la famosa estatua de Leónidas. La lluvia tampoco nos invitaba a buscar los restos de la Acrópolis, sin horarios ni vallas, como ocurría en la Antigua Esparta, en la que nunca se construyó muro alguno, ya que sus orgullosos habitantes sostenían que sus gentes eran sus propias murallas, ni del santuario de Artemis Orthia, así que nos encaminamos hacia Olimpia.
El resto de ruta, la hicimos ya de noche, pasando por Andritsena (Ανδρίτσαινα) en cuyas cercanías se encuentra el Templo de Apolo, al que decidimos no acercarnos ya que dadas las horas que eran (aproximadamente las 19:00 h) presumiblemente se encontraría cerrado (después corroboramos que cerraba a las 17:00 h). Este templo que fue diseñado por Ictino, el arquitecto del Partenon y construido en 420 a.C. por los vecinos de Figalia, que habrían recibido la ayuda del Dios en una epidemia de peste que asoló toda la región durante las guerras del Peloponeso. Fue una de las espinitas que me quedó pendiente en este viaje. No en vano, Andritsena nos dio la sensación de ser un bonito pueblo de montaña.
El resto de trayecto, hasta Ancient Olympia, transcurrió de noche y sin contratiempos. Aunque llegamos alrededor de las 20:30h, que tampoco era muy tarde, no sé si debido al duro día de carretera de montaña y lluvia, al final del camino estábamos deseando llegar y descansar un poco. Tras dejar las maletas en el hotel Pelops, salimos a cenar y estuvimos cotilleando en las numerosas tiendas de souvenirs de la zona antes de irnos a la cama. Pese a haber visitado bonitos lugares, la lluvia y niebla les había restado mucho encanto. Sólo nos quedaba rezar para que los próximos días nos hiciera mejor tiempo.
Visita de Akronafplia y la fortaleza Palamidi
El desayuno del hotel empezaba a la 9:00h, demasiado tarde para permitirnos realizar todos los planes que teníamos en mente para nuestro tercer día en la Hélade, así pues, nos levantamos como de costumbre a la 7:15 h y tras dejar allí un poco recogidas las maletas, decidimos acercarnos en coche a Akronafplia y la fortaleza Palamidi antes regresar al hotel para desayunar y poner rumbo a Argos.Subimos en primer lugar a Akronafplia, la más antigua de las fortalezas de la ciudad, poseyendo vestigios de épocas griega y romana, bizantina, veneciana y turca. En el interior de las murallas existían tres fortificaciones distintas: el castillo de Toros (del siglo XV), donde en la actualidad hay un hotel, el castillo de los francos (del siglo XIII) y el castillo de los griegos (siglos XII y XIII) por este motivo se la conocía como “Tres Castillos”.
Comenzaba a llover, así que montamos de nuevo en el coche para dirigirnos a la fortaleza Palamidi, un fortín veneciano (del siglo XVIII) que se encuentra sobre una colina a 216 m de altitud desde la que hay bonitas vistas del casco antiguo de Nafplio. Sus siete bastiones no bastaron para contener los muchos asedios que sufrió y en numerosas ocasiones cedió al sitio de sus enemigos. Después de la independencia fue utilizada como prisión.
Desde ambas podíamos divisar la fortaleza Bourtzi situada en una isleta a 500 m del mar. Esta fortaleza veneciana que data de 1473, se creo para impedir el acceso a puerto de barcos enemigos y en su día estaba unida a Akronafplia mediante cadenas, por lo que también era conocida como Porto Cadena.
Eran ya las 9:00h de la mañana así que volvimos al hotel a recargar las pilas en uno de los mejores desayunos que hemos tenido a lo largo del viaje, recogimos las maletas y justo cuando comenzó a caer la que bien podía haber sido denominada “tormenta perfecta”, nos pegamos una carrera hasta el coche para salir en dirección hacia Argos.
Visita de Argos
Argos, la que hoy es una tranquila ciudad agrícola, ha estado habitada sin interrupción desde el año 2800 a.C., fecha en que fue fundada por el rey Foroneas. Su hija Niobis fue la primera esposa mortal de Zeus y de su unión nació Argos, del que la ciudad tomó el nombre. Al visitar la ciudad en lunes, el museo estaría cerrado por lo que ni siquiera nos acercamos al centro de la ciudad. En su lugar entramos al ágora, que pese a que en su día llegó a tener 18 templos, hoy en día poco queda de aquello, tan sólo cimientos. Frente al agora (al otro lado de la calzada) se encuentra el teatro que aunque es de origen griego, sufrió bastantes reformas a manos de los romanos. Con capacidad para 20.000 personas, está construido en la ladera de una colina para aprovechar el desnivel natural del terreno. También en el recinto se pueden ver los restos de diversas termas romanas.En la cima de la colina Larissa se encuentran las ruinas del kastro (con restos de diversas épocas) y en la colina Aspis existen diversos restos arqueológicos, entre los que destaca el Heraion, las termas y el gimnasio, pero el diluvio universal que estaba cayendo mermó nuestro entusiasmo y decidimos poner rumbo a Esparta para ver si allí llovía algo menos.
Nos vamos a Mystras. ¿Qué ver en Mistras?
El camino de Argos a Tripoli fue bastante malo, muy montañoso, con las consiguientes curvas y no dejaba de llover, así que cuando vimos indicaciones hacia Tegea decidimos parar para descansar. Ésta era la ciudad más importante del Peloponeso durante la época clásica y bizantina, pero poco queda del antiguo esplendor que poseía ya que la ciudad fue destruida por los godos en el siglo IV. Nosotras vimos los restos del ágora, situados al lado de un bonito parque y una iglesia ortodoxa.Teníamos en mente que Mistras cerraba a las 15:00 h (aunque después descubrimos que lo hacía a las 17:00 h), así que decidimos que esa sería nuestra siguiente parada. La ciudad fue fundada en 1428 por los francos en las laderas del monte Taígetos y en época bizantina se convirtió en capital del Despotado de Morea. Está dividida en tres partes: el kastro o fortaleza, a la que se accede desde la ciudad alta y la ciudad baja. Posee dos puertas de entrada (a pagar sólo una entrada).
Cuando llegamos ya eran las 13:00 h, así que paramos en primer lugar en la parte baja o Kato Poli, que pese a que antaño estaba habitada por artesanos y comerciantes provenientes de Esparta y pueblos cercanos, los restos que se conservan son mayoritariamente de monasterios e iglesias.
Conforme llegamos y, sin un mapa en el que apoyarnos, nos dirigimos hacia la derecha, hacia lo que después descubrimos que era la Mitropoli o Catedral de Agios Dimitrios, datada en el siglo XIII aunque fue remodelada en el XV; un bonito edificio en el que se cree que pocos años antes de que Constantinopla cayera en manos turcas, fue coronado el último emperador, Constantino XI Paleogos.
En ese punto tomamos el camino a la izquierda e iniciamos la ascensión hacia el Palacio. De camino, y cuando la niebla lo permitía, a lo lejos se distinguía el llamado Moni Pantanasas, un monasterio fundado en 1482 que todavía hoy está habitado por algunos monjes. Aunque había una pasarela que dirigía hacia aquella zona, estaba prohibido el paso.
El Palacio que, en realidad es un conjunto de edificios en ruinas formado por el Cantacucenos (la parte más antigua) y la sala del trono o Paleólogos, se encontraba en restauración, así que volvimos por el camino que habíamos ascendido, siguiendo una nueva ruta hacia la iglesia Evangelistria y el monasterio Vrontohión, centro cultural de la ciudad en el que sobreviven dos iglesias: Agii Theodori y Afendikó.
Estuvimos alrededor de 1:30 h recorriendo esta parte de la ciudad, donde la densa niebla que a ratos aparecía nos hacia difícil imaginarnos el conjunto de la ciudad y observar las vistas que se presumían bonitas. En cualquier caso subimos en coche a la ciudad alta y nos dispusimos a subir al Kastro. Éste fue construido en 1249 por Guillaume de Villehardouin, el fundador de la ciudad. La muralla doble se conserva en un sorprendente estado aunque dicen que lo mejor son las vistas que desde allí se obtienen del valle, nosotras nos conformamos con ver a ratos un atisbo de ellas.
Una vez terminamos de visitar la antigua ciudad, paramos a comer en una taberna que habíamos fichado durante la subida. Pese a que dentro había chimenea y era un sitio bastante acogedor, decidimos comer en la no menos bonita terraza cubierta de su exterior, y poder así admirar (cuando la niebla daba un respiro) las vistas que desde allí existían.
De paso por Esparta
A la vuelta teníamos pensado parar en la moderna Esparta que, situada a orillas del río Eurotas, se encuentra en el mismo emplazamiento que la antigua ciudad, de la que se conservan escasos restos.Esparta fue desde el siglo VIII al IV a.C. una de las ciudades-estado más poderosas de Grecia; este esplendor se mantuvo hasta la aparición de la vecina Mystras en la época bizantina, por la que se vio eclipsada. Habíamos leído que las ruinas que se conservan no reflejan el poder que tuvo esta ciudad en su época, no sólo por haber sido destruidas, sino también por el carácter sobrio y austero de los espartanos.
En el centro de la ciudad se encuentra un templo conocido como Tumba de Leónidas, pero no sé si fue por la lluvia que caía que por más que pasamos con el coche por la calle en la que ésta se encontraba no lo vimos, así como tampoco vimos la famosa estatua de Leónidas. La lluvia tampoco nos invitaba a buscar los restos de la Acrópolis, sin horarios ni vallas, como ocurría en la Antigua Esparta, en la que nunca se construyó muro alguno, ya que sus orgullosos habitantes sostenían que sus gentes eran sus propias murallas, ni del santuario de Artemis Orthia, así que nos encaminamos hacia Olimpia.
De camino a Olimpia
En camino fue largo. Pusimos rumbo de vuelta hacia Tripoli para luego desviarnos hacia Megalópolis, donde pese a existir los restos de un teatro, no paramos. A mitad de camino decidimos cambiarnos las zapatillas ya que llevábamos los pies totalmente calados y eso tan sólo nos iba a acarrear problemas, allí en mitad de la nada, de repente divisamos algún rayo de sol. No nos lo podíamos creer pero afortunadamente paró de llover.
Continuamos la ruta en coche hasta Karitena, una bonita población situada en la ladera de una montaña de 450 m, sobre la que se alzan las ruinas de un castillo franco del siglo XIII, a la que llegamos al anochecer, momento que le proporcionó un mayor encanto.
El resto de trayecto, hasta Ancient Olympia, transcurrió de noche y sin contratiempos. Aunque llegamos alrededor de las 20:30h, que tampoco era muy tarde, no sé si debido al duro día de carretera de montaña y lluvia, al final del camino estábamos deseando llegar y descansar un poco. Tras dejar las maletas en el hotel Pelops, salimos a cenar y estuvimos cotilleando en las numerosas tiendas de souvenirs de la zona antes de irnos a la cama. Pese a haber visitado bonitos lugares, la lluvia y niebla les había restado mucho encanto. Sólo nos quedaba rezar para que los próximos días nos hiciera mejor tiempo.
Pues ya me he puesto al día (que pensé que había más...). La verdad que estas historias me recuerdan a cuando hacia el relato de mi viaje a Egipto... tantos dioses y mitologías (sobre todo por el capítulo anterior). Al final acabas sacando algo en claro, pero no veas si cuesta centrarte!. Menuda faena lo de la lluvia pero veo que sois todo terreno y no paráis en vuestro empeño. Al menos parece que fue el día un poco más "relajado" que el anterior.
ResponderEliminarBesos!
Pues, si te digo la verdad, este día a mí se me hizo más pesado. Al final fue mucha carretera, con mucha curva y mucha lluvia. Seguramente si nos hubiera hecho mejor tiempo la cosa hubiera sido más lucida y nos hubiéramos parado en algún otro sitio... El día anterior al ir parando cada poco a ver cositas se me hizo más llevadero.
ResponderEliminarUn saludo
Bueno ya me he puesto a leer las 3 etapas, que tenía entradas atrasadas y no había habido tiempo para leerlas, genial reportaje, pena la lluvia, pero bueno son cosas que no se pueden evitar, se coge el paraguas y a seguir el itinerario sin que nos chafe lo planteado.
ResponderEliminarAnda que este día llegaríais rendidos a la cama, menudo tute de coche jeje
Saludos.
¡Hola José Carlos!
ResponderEliminarLa verdad es que no se aprecia mucho en las fotos la que nos cayó durante todo el día; ahora que estoy comenzando a editar el vídeo que hicimos me doy cuenta del tormentón...
Un saludo