Continuábamos la tercera jornada de viaje por el sur de
Francia visitando tres pequeñas ciudades que pillaban de camino en la ruta de
Albi a Conques: Ambialet, Brousse le Chateau y Sauveterre de Rouergue.
Ambialet
Sobre una gran península rocosa creada por un gran meandro (de
alrededor de 3 km) del río Tarn, se sitúa Ambialet.
Aunque se sabe que los celtas ya habitaron esta zona, el
origen de la ciudad se debe a un convento que fue construido en el siglo XI por
unos monjes benedictinos. El obispo de Nimes otorgó la península, con la
capilla y su pequeño monasterio a la abadía de San Víctor de Marsella en 1507. Con
los años el monasterio fue ampliado y transformado en priorato. Hoy en día podemos
visitar la capilla, donde encontraremos una estatua de Nuestra Señora del Oder
que data del siglo XVII.
En el centro de la península se levantó también un castillo,
mientras que los habitantes construyeron sus casas a lo largo del istmo. En
aquella época los habitantes iban y venían a sus casas mediante barcas y no
fue hasta alrededor del año 1900 cuando se construyó el puente que hoy en día le da acceso.
Con la peculiaridad geográfica de la zona, el pueblo se
dividió en dos, e incluso hoy en día parecen dos núcleos de población
diferenciados.
La ciudad no es fea pero, quitado su emplazamiento y la
capilla del priorato, no le vi nada especial. Así que proseguimos la ruta hasta
la siguiente parada.
Brousse-le-Château
Y con ese nombre, precisamente lo que nos encontramos es
eso: una ciudad cobijada a los pies de un castillo del siglo IX…
El pueblo ha sido testigo de importantes acontecimientos de
la historia, viviendo de primera mano invasiones y guerras señoriales: desde la
Guerra de los Cien Años hasta las guerras de religión del siglo XVI… aunque la
fuente principal de ingresos de la población ha sido siempre la agricultura y
el comercio a lo largo del valle del Tarn.
Sus calles empedradas, el puente de entrada románico, su
iglesia (del siglo XV) y en la cima de todo su castillo, hacen de éste uno de los
pueblecitos medievales más bonitos de los que pudimos ver. No habíamos leído
mucho sobre él, tan sólo una pequeña mención en el blog Libreta Viajera, y nos
llevamos una grata sorpresa pues, pese a la lluvia, nos pareció un pueblecito
encantador.
Aunque no pudimos visitarlo (por lo limitado de sus horarios
de apertura), dicen que la visita al castillo medieval, merece la pena. Una
auténtica fortaleza con marcados signos de arquitectura defensiva (con un
calabozo, unas importantes murallas y sus cinco torres de defensa). Durante
gran parte de su vida el castillo perteneció a los Arpajon, una poderosa
familia de la nobleza francesa, pero con los años el castillo pasó a manos de
la ciudad que lo convirtió en presbiterio. Fue gracias a recientes proyectos de
voluntariado que ha sido salvado de la ruina y desde 2007 está siendo gestionado por el
ayuntamiento.
Hecha la visita, seguimos nuestra marcha en coche.
Sauveterre de Rouergue
Casi por casualidad (gracias a unos carteles que vimos por
la carretera que circulábamos) acabamos visitando Sauveterre de Rouergue. Esta
ciudad nació en el siglo XIII siguiendo los patrones de una nueva política urbanística.
Así, alrededor de una plaza mayor, se marcaron algunos solares en los que
implantar las respectivas casas, cada una con su jardín y su pozo, delimitados a su vez por 4 calles principales que daban acceso a los jardines.
Aunque en un principio se intentó proporcionarle carácter
agrícola, la bastida finalmente adoptó una función mayoritariamente comerciante y
administrativa. Así, poco a poco, fueron apareciendo oficios como: carnicerías,
fraguas, cuchillerías, sombrererías... Las arcadas de la plaza mayor son buena
prueba de ello.
Sin embargo, la peste y las hambrunas le pasaron factura, quedando desde el siglo XVIII apartada
de los grandes ejes de comunicación.
A mediados del siglo XX, sus habitantes se propusieron restaurar el patrimonio arquitectónico de la ciudad, estando hoy en día incluida en la lista de las villas más bonitas de Francia.
A mediados del siglo XX, sus habitantes se propusieron restaurar el patrimonio arquitectónico de la ciudad, estando hoy en día incluida en la lista de las villas más bonitas de Francia.
Tras dar una vuelta por sus calles y ver la iglesia… pusimos
rumbo hacia nuestra siguiente parada: Belcastel, pero eso os lo contaré en la
próxima entrada.
Estuve hace muchos años en Albi, pero la verdad es que vi poco de la zona. Tomo nota porque hace tiempo que tengo ganas de volver!
ResponderEliminarSaluditos
Mari Carmen, a nosotras toda la zona nos gustó mucho... Vimos algún que otro pueblecito que parecían de postal.
EliminarUn saludote :)
Helena, nos faltó el tercer pueblo que también parece muy bonito.
ResponderEliminarBrousse le Chateau es encantador, el castillo en lo alto le otorga una estampa preciosa.
Un abrazo,
Si a mí me encantó... y fíjate que el día no era de lo más apetecible... pero bueno!
EliminarUn saludote!