Cuando estaba preparando la ruta de este
viaje por el sur de Francia y vi fotos de Belcastel en la página web de “Los
pueblos más bonitos de Francia”, no me lo pensé mucho… Teníamos que pasar por
allí y verlo de primera mano con nuestros ojos.
Al llegar, pese a la incesante lluvia (que
siempre quita encanto a las visitas), no nos decepcionó. Dejamos el coche en un
parking existente en la entrada de la población y, fuimos caminando por la
carretera que le da acceso paralela al curso del río Aveyron. La imagen de
todas sus pequeñas casitas medievales de piedra, encaramadas una sobre otra y
presididas por un bonito castillo será difícil de olvidar. En ese momento tuve
la sensación de estar adentrándome en un pueblo de cuento.
El puente, de 56 metros de longitud, fue construido en el año 1409 por los mismos arquitectos que levantaron el famoso puente de Avignon (aunque parece que en esta ocasión con mejor suerte), mientras que en la austera iglesia (Sta. Marie de la Madeleine) encontramos el sepulcro de Alzias de Saunhac, un caballero y señor de la localidad que vivió a finales del siglo XIV y a quién se le debe la construcción de la actual iglesia sobre una antigua capilla de la orden de los Caballeros del Santo Sepulcro pues, hasta entonces, la iglesia se situaba en el castillo. Éste contribuyó en gran medida al progreso y prosperidad de Belcastel.
Hoy en día Belcastel es muy pequeñito y tan
sólo tiene 48 habitantes censados, aunque se tiene constancia de asentamientos en la zona ya
por el siglo V. Pero no fue hasta el año 1040, cuando comenzó la construcción del
castillo, que algunas casas y viviendas comenzaron a proliferar a sus pies y se
empezó a desarrollar la zona. En esta época el paso a través de la localidad
implicaba el pago de un peaje, cosa que impulsó económicamente la población. De
hecho, a un kilómetro de distancia de ésta, podremos encontrar “Le roc d’anglars”
un recinto arqueológico situado sobre un promontorio rocoso cercano que tenía
función defensiva a la par que almacén de los productos alimentarios recabados
como peaje.
A finales del siglo XVIII la población perdió
importancia y sus habitantes abandonaron el castillo que quedó con el paso del
tiempo en ruinas.
En 1973 el arquitecto francés Fernand
Pouillon descubrió el pueblo y quedó maravillado con su castillo hasta tal
punto que decidió comprarlo (por 150.000 francos, unos 20.000 euros) y emprender una profunda
restauración sobre él. Esta iniciativa animó también a los habitantes del
pueblo a restaurar el resto del municipio, que fueron poco a poco renovando sus
casas particulares… Así, gracias a la voluntad de todos, el castillo y el
pueblo recobró su aspecto original.
Lamentablemente Pouillon murió antes de ver terminada su obra y hoy en día se encuentra enterrado en el cementerio de la iglesia, tal y como él quería.
Lamentablemente Pouillon murió antes de ver terminada su obra y hoy en día se encuentra enterrado en el cementerio de la iglesia, tal y como él quería.
Con semejante historia, comenzamos a
callejear por el entramado de callejuelas de la población hasta llegar al
castillo, que es en parte visitable. Está compuesto por un torreón cuadrado y
torres angulares, a las que se entra a través de un puente levadizo. Es un
monumento histórico pero también se emplea como galería de arte y hay diversas
exposiciones.
La localidad cuenta también con un hotel y un
restaurante (premiado con una estrella Michelin). Intentamos comer allí, pero
dadas las horas que eran (creo recordar que en torno a las 15h) ya no nos
atendieron… así que si vais con intención de comer, tened en cuenta los
horarios franceses.
Tras hacernos un bocata de atún en el coche (porque para colmo de males seguía lloviendo) continuamos nuestra ruta hacia la última localidad que visitaríamos esa jornada: Conques.
¡Precioso! No conocía este pueblo, pero intentaré visitarlo en alguna ocasión. El mes pasado estuve visitando algunos pueblos del sur de Francia y todos preciosos, así que volveré para conocer más. No veo nadie por las calles, pero con 48 habitantes y lloviendo raro sería encontrarse con alguien ;-)
ResponderEliminarUn abrazoo!
ADORO este tipo de pueblos. Es una p***** lo de la lluvia, pero también tienen cierto encanto así :) Igual que los bocatas de atún en el coche jejeje. Un abrazo!!
ResponderEliminarYa sabes que los pueblos pequeños me encantan, especialmente los franceses, en general muy coquetos y bien cuidados. No conocemos Belcastel y ya está anotado en mi lista de pendientes.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hola chicas!
ResponderEliminar- Anna recuerdo haber visto tus fotos y leer algo de tu viaje... Es una zona que no te la acabas, siempre encuentras alguna sorpresa, ¿eh?
Respecto a la gente, creo que estaban todos en el restaurante, resguardándose de la lluvia, jejeje
- Aran, no veas la que armamos para no tirar nada de aceite en el coche (que no era de alquiler!!) jejeje. Pero sí... tiene su encanto
- M. Teresa, hay cada pueblecito en Francia que quita el sentido. Por cualquier zona que pases con el coche siempre encuentras alguno con encanto. En general es que me encanta Francia...
Un besote a todas y gracias por vuestros comentarios :hello:
Hola! Muy interesante lo que escribes de Belcastel, te pregunto: donde aparcasteis era gratuito? Es posible encontrar aparcamiento gratuito?
ResponderEliminarTe agradeceré la información!
Que bonito...te felicito !
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