Dentro de unos pocos días tendrá lugar una de
las fiestas más importantes de Ginebra, el Festival de la Escalada o Fête de l’escalade.
Durante un fin de semana, después de más de 400 años, se siguen conmemorando los hechos históricos que ocurrieron en la ciudad
allá por 1602: la memorable resistencia que los “genevois” opusieron a las
tropas del duque de Saboya.
Así, del 8 al 10 diciembre (este año, 2017), las
calles de Ginebra se visten de época y numerosos desfiles con
recreaciones de batallas y actividades culturales diversas (tales como visitas
guiadas) tiñen de fiesta la ciudad. No en vano es una de las tradiciones más
antiguas de Ginebra.
Pero… ¿qué pasó exactamente? ¿Cuál es la historia de la escalada?
A principios de siglo XVII, la próspera
Ginebra se encontraba en el punto de mira de Carlos Manuel I (el duque de
Saboya) que anhelaba recuperar su antigua capital al norte de los Alpes... y
que, todo sea dicho, tenía también en el punto de mira (como siguiente diente
de la cadena) el trono francés.
Así, la noche del 11 al 12 de diciembre de
1602, cerca de 2.000 soldados saboyanos intentaron asaltar por sorpresa la
ciudad. Por aquel entonces, Ginebra estaba rodeada de unas gruesas murallas y,
para lograr su empresa, al llegar a Plainpalais las tropas debieron escalar sus
muros (adquiriendo de ello el nombre de la festividad).
Cuentan las crónicas que un centinela dio la
voz de alarma a las 4:30 de la mañana y, cuando la gran campana de la Catedral
de San Pedro comenzó a sonar, todos los ciudadanos acudieron a defender su
ciudad y prestar apoyo a los soldados de guardia.
Toda ayuda era poca. Dicen los ginebrinos (de sí mismos) que defendieron su ciudad con gran heroicidad y con los pocos medios que
tenían a mano… Una de las historietas más conocidas, que hoy en día marca la
celebración de la fiesta, fue la de «Mère Royaume» que en un acto de enorme
valentía se subió a la muralla para verter el contenido de la olla de sopa que
estaba preparando sobre la cabeza de un saboyano.
Los saboyanos pudieron haber logrado la
victoria, pero finalmente marcharon con las manos vacías. Al extenderse por Europa
la noticia de lo que denominaron la "milagrosa liberación de la Ciudad” le
salieron importantes aliados, que llevaron a los saboyanos a la mesa de
negociación. De esta forma, el año siguiente (en 1603) se firmó el Tratado de
Saint-Julien que puso fin a las hostilidades e impulsó el proceso de paz.
La fiesta en la actualidad
Cuatro siglos más tarde, Ginebra sigue
recordando aquella famosa “Escalada” y rememorando los acontecimientos
históricos del 12 de diciembre de 1602.
Así, el fin de semana más cercano a la fecha,
las calles de la ciudad se inundan de gente que participa en los eventos y
actividades que tienen lugar (como demostraciones de armas de fuego o visitas
turísticas sólo realizables durante esta festividad, como visitar algunas salas del Ayuntamiento o caminar por el Pasaje Monetier).
Aunque la fiesta llega a su culmen
con el gran desfile o procesión en el que, al son de tambores y bajo la luz de
antorchas, los participantes, ataviados con los trajes típicos de la época,
conmemoran la victoria. En paradas intermedias un caballero lee la proclamación
de la victoria, terminando el desfile en la catedral, donde los participantes comienzan
a entonar canciones patrióticas y regionales.
En la procesión también hay personajes imprescindibles como la Mère Royaume con
su olla de sopa. Pero no sólo se la recuerda allí, ya que la “rotura de la olla” marca uno de los momentos claves de la
festividad. También en el claustro del Ayuntamiento tiene lugar un acto en el
que el más joven y el más viejo de la asamblea rompen, ayudados de una espada (al más puro estilo de boda), una gran olla de
chocolate mientras pronuncian la frase “Así perecieron los enemigos de la
República"… tirando por los aires
los mazapanes en forma de verduras y dulces que hay en su interior y por los
que la gente mata (de forma literal).
Durante estas fechas es habitual la venta de ollas
de chocolate adornadas con el escudo de Ginebra; ¡vamos! como para nosotros pueden
ser los roscones de Reyes…
Así que, si tenéis pensado hacer una escapada en
Navidad por esta zona, os aconsejo que lo hagáis coincidir con este fin de semana y seguro que volvéis con un buen recuerdo de Ginebra.
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