Empezaba nuestro segundo día de ruta por la Alsacia francesa. Y comenzaba con un plato fuerte, quizás la ciudad que más me gustó de toda nuestra escapada: Colmar.
Por poner un poco en situación histórica, aunque se tiene constancia de asentamientos en la zona durante la prehistoria, su desarrollo económico y social comenzó en la Edad Media, bajo el mandato de los carolingios, llegando a alcanzar el rango de Ciudad Imperial en 1266 y formándose la región de la Alsacia en 1342 por orden de Carlos IV.
Con los años llegaron también periodos de cambio y convulsión: la Reforma Luterana, la Guerra de los Treinta Años, la Guerra Holandesa (que hizo que la región quedara bajo el protectorado del rey de Francia), la Guerra Franco-Prusiana (en la que los franceses perdieron el control de la Alsacia a favor de los alemanes) y en la que los bombardeos destruyeron gran parte del patrimonio histórico de sus ciudades. Con la Primera Guerra Mundial, Francia recuperó el mando sobre la región y, aunque durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes volvieron a ocupar la zona, legalmente Alsacia siguió perteneciendo a Francia.
Afortunadamente las guerras quedaron atrás y actualmente es un municipio que vive principalmente del turismo. Y precisamente con ese fin llegábamos nosotros allí…
¿Qué ver y hacer en Colmar?
El centro de la ciudad antigua es bastante grande por lo que os recomendaría como mínimo medio día para visitarlo.
Nosotros dejamos el coche en la Plaza Jeanne d’Arc y desde allí fuimos caminando por el Barrio de los Curtidores hacia el lugar más conocido de la ciudad, Little Venice.
Este pequeño barrio es la antigua zona de Pescadores y está plagado de bonitas casas tradicionales alsacianas con estructura de madera y pintadas en vivos colores. Ubicadas a ambos lados del río Launch, el conjunto forma una preciosa estampa. Aunque nosotros recorrimos la zona a pie, mucha gente se lanza a obtener otra perspectiva a través de paseos en barca por el canal.
Nuestra ruta nos hizo bordear la ciudad para acercarnos al barrio judicial, pasando frente a la Cour d'Assises (o tribunal de lo penal) y el Tribunal d’instance (o juzgado de alta instancia).
Regresamos hacia el centro de la ciudad, para darnos de bruces con el Koifhus, el edificio civil más antiguo de Colmar, que fue construido a mediados del siglo XV como sede de la Antigua Aduana de la ciudad.
Desde allí emprendimos el camino por la Rue des Marchands, para encontrarnos con la Mansión de Pfister, el primer ejemplo de arquitectura renacentista en la ciudad. Fue construida en 1537 por Ludwig Scherer y está considerada la casa más bonita de Colmar por los curiosos frescos que decoran sus fachadas. Actualmente es una residencia privada y no se puede visitar.
Frente a esta casa encontramos el Museo Bartholdi, ubicado en la que fue la casa natal del escultor alsaciano (Auguste Bartholdi), que recordemos, fue el diseñador de la Estatua de la Libertad. El museo expone obras del escultor, así como estancias decoradas tal y como lo estarían en la época. La entrada cuesta 5,50€.
Al salir del museo, nos dirigimos a la plaza de la catedral pero antes de ella nos encontramos con otras dos edificaciones destacables: la Casa Adolfo, construida a mediados del siglo XIV y considerada la casa más antigua de Colmar y la Casa de la Policía (Ancien corps de garde), que fue levantada sobre las ruinas de la Iglesia de San Martín (de la que hoy sólo se conserva una cripta) para albergar el ayuntamiento de la ciudad, aunque más tarde paso a acoger el puesto de guardia de la policía.
Frente a éstas, destaca imponente la Colegiata de San Martín, el mayor recinto religioso de la ciudad, considerado uno de los más bellos de la Alsacia. Se edificó en 1235, sobre un antiguo convento Franciscano, que también hizo las veces de hospital. Se puede visitar a diario de 8:00 a 18:30 h, sin coste alguno.
Tras entrar a verla, nos acercamos hasta la Iglesia de los Dominicos, en estilo gótico renano. El templo comenzó a construirse en el año 1283 por la citada orden y, aunque durante sus años de vida ha sufrido numerosas transformaciones, actualmente alberga una de las principales obras de arte del pintor alemán Martin Schongauer, el retablo de Issenheim, una de las obras más famosas del gótico alemán. La entrada cuesta 1,50€.
Nosotros pusimos punto final a nuestra visita a la ciudad allí, ya que la noche anterior nos habíamos dedicado a callejear y recorrer sus calles sin rumbo fijo, dando con algún que otro lugar de interés como el Museo Unterlinden (que antaño acogía el Retablo de Isenheim) o la Casa de las Cabezas, que debe su nombre a las 106 cabezas que decoran su fachada, además de la del tonelero (añadida en 1902, por la compañía de vino Exchange) que corona el edificio.
Ahora tocaba regresar al coche y poner rumbo hacia otras interesantes ciudades de la zona, pero eso será objeto de la próxima entrada.
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