Empezaba nuestro último día en Laponia Finlandesa.
Pero antes de ver lo que hicimos este día, por poner en situación, rebobinemos otros tantos días, hasta el inicio del viaje. Al acabar la actividad de la primera jornada (moto de nieve a granja de renos) cogimos un folleto de la empresa Wild Nordic, en el que se mostraban gran parte de los tours que se podían hacer con ellos. El día siguiente, al volver de Santa Claus Village, lo estuvimos ojeando en el bed and breakfast, descubriendo un tour que se me había pasado por alto en la preparación del viaje y que combinaba la pesca en hielo con una sauna tradicional finlandesa (justo las otras dos cosas que me llamaban la atención). Al ponernos en contacto de nuevo con Wild Nordic, para solicitar unirnos a esta excursión, nos dijeron que estaba completa así que tratamos de buscar una alternativa.
Iba a ser nuestro último día en la ciudad, no teníamos nada planeado para la jornada hasta la noche y, aunque también podíamos haber ido al Santa Park, era en plan “ahora o nunca”.
En la oficina de turismo dimos con otro folleto de la compañía Artic Nature Trips que anunciaba un tour que incluía esas mismas actividades y que contaba con un hueco para nosotras. Así que decidimos contratarlo.
De esta forma, regresamos al relato de nuestro 4º día de viaje por Laponia…
Amanecíamos en nuestro bed and breakfast pero, tras tomar el último desayuno con nuestra amable familia anfitriona, era momento de partir ya que, cuando hicimos la reserva, para el último día no tenían disponibilidad. Nos dirigimos al hotel que finalmente habíamos elegido, el Cumulus Polar, que nos salió por 174 € la noche.
La verdad es que pese a haber llegado antes de la hora de check-in nos permitieron dejar nuestras maletas en la habitación, por lo que parecía que todo nos estaba saliendo a pedir de boca. A la hora acordada con Tuulia (la chica de Artic Nature Trips) bajamos a recepción y allí estaba esperándonos para comenzar la actividad.
Montamos en su coche, sí, en su coche particular y nos llevó en cosa de hora y media de trayecto al lugar en el que transcurriría la actividad. No me quedé con el nombre, pero nos dijo que estábamos cerca de la frontera con Suecia por lo que creo que andaríamos cerca de Suukoski o Sirkkakoski… Allí vivía su novio y en el lago que había cerca de su casa íbamos a comenzar con la pesca en hielo. Pero antes de salir hacia el lago, nos dejó equiparnos con los típicos monos, que ya se habían convertido en nuestros habituales trajes de batalla.
Montamos de nuevo en el coche y en un par de minutos llegábamos al lago donde intentaríamos pescar algo.
Su novio había llegado unos minutos antes y nos había despeado de nieve unos cuantos lugares en los que comenzaríamos a hacer nuestros agujeros para ver si teníamos suerte con la pesca. Así con un bártulo tipo sacacorchos (o maquina de pilotes) empezamos a hacer un agujero en el hielo. Podríamos decir que es una manera de entrar en calor porque, pese a las ganas del comienzo y lo enérgica que empecé yo, algo de esfuerzo había que hacer y en función del espesor del hielo te tocará girar el aparatito más o menos tiempo…
Así, tras romper finalmente todo el bloque de hielo, retiramos un poco el hielo del agujero, pusimos nuestras sillas en el lugar y Tuulia nos dio nuestras pequeñas cañas con anzuelos y una lombriz… La pobre, en cuanto la metimos en el agua se quedó congelada… y nada, tocaba esperara ver si algún pez picaba.
En vista de que el tiempo pasaba y nada venía hacia nuestros anzuelos, repetimos el proceso en otro emplazamiento… pero al final tuvimos que darnos por vencidos… No habíamos tenido la suerte de que picara algún pez.
Recogimos los bártulos y nos dirigimos a una cabaña que había a orillas del lago, donde el novio de Tuulia ya había comenzado a preparar el fuego, para poner algunas salchichas en las brasas y poner también al fuego la típica bebida navideña de Laponia: el glögi, un vino especiado con canela, clavo, jengibre, cardamomo, cáscara de naranja y azúcar.
Estábamos desmayadas y esperábamos esas salchichas como agua de mayo… pero, nuestro gozo en un pozo, pues ¡¡sólo tocábamos a una salchicha por persona!! La verdad es que aunque el lugar era bonito y la actividad se estaba desarrollando bien, salimos de allí un poco cabreadas… No es que seamos de mucho comer, pero ¿de verdad los finlandeses comen sólo a mediodía una salchicha?
En fin, tras la comida… digo, el aperitivo, Tuulia nos llevó de nuevo a la casa de su novio. Allí tendría lugar lo que nos habían vendido como sauna típica finlandesa. Yo no sé a vosotros lo que os viene a la cabeza cuando se dice una sauna típica finlandesa, pero yo me imaginaba una cabaña de madera, iluminada en la sempiterna noche de estas latitudes, al lago de un lago helado y, por supuesto, dedicada exclusivamente a la sauna…
Pues no, se trataba de una sauna que ellos tenían dentro del baño de su casa… a la que tenías que pasar atravesando su dormitorio. ¿A que dicho así parece una broma? Pues no lo era. Quizás ésta sea la más típica sauna finlandesa, pero no es lo que uno quiere contratar cuando paga 110 €/persona por una actividad…
Pero bueno, estábamos allí y tocaba aprovechar el momento. Nos metimos en el baño, nos pusimos los bañadores y a la sauna. Un buen detalle fue que tenían cerveza sin gluten (imagino que la habían comprado expreso para mí, dada mi intolerancia), ya que según nos dijeron lo más típico finlandés es entrar con una cerveza fresca a la sauna. Cuando ya estaba sudando y bastante acalorada, a falta de un lago helado en el que sumergirte, salí de la casa para revolcarme en la nieve…
Nos dimos una ducha (en su baño, sí), nos pusimos de nuevo nuestras ropas y salimos a avisar a Tuulia de que habíamos acabado para que nos llevara de vuelta al hotel. Así acabamos la actividad.
Como podéis ver, el tour nos decepcionó un poco… y el tema es que yo había leído buenas opiniones en tripadvisor de esta empresa, pero parece que se dedican principalmente a hacer paseos a caballo. Imagino en verano es más agradable hacer estos paseos y que querrán diversificar las actividades por ganar algo más de dinero durante el invierno, pero creo que primero se tiene que invertir en tener unas instalaciones acordes a lo que haces pagar…
En fin, al regresar al hotel, sólo pensábamos en comer (evidentemente), pero tampoco teníamos mucho margen hasta la hora de nuestra siguiente actividad. Aún así decidimos ir al café al que fuimos el primer día (el restaurante 21) para tomarnos una ensalada. Pero aquello estaba a tope de gente y conforme estábamos allí esperando a que nos sirvieran vimos que no nos iba a dar tiempo… La tuvimos que liar un poco y decirles que nos lo pusieran para llevar lo más rápido que pudieran porque no íbamos a llegar al tour contratado.
Al final, con una carrera de regreso al hotel incluida, nos dio tiempo hasta de comernos prácticamente toda la ensalada en la recepción del hotel…
Un poco más tarde de las 19:00h, llegaba la chica de Wild Nordic que nos iba a llevar a hacer el tour “Reindeer Safari to search for the Northern Lights” (actividad que nos costó 140 €/persona). Yo tenía claro que no iba a ser tampoco el día para ver auroras porque para empezar estaba nevando, pero oye, el paseo nocturno en trineo de renos debía ser bonito también.
El minibús nos dejó a todos los participantes de la actividad en una gran casa (que tenía pinta de ser un restaurante, ya cerrado a esas horas) en la que un chico joven, cuidador de renos, nos fue contando paso por paso, cuál es el ciclo de vida de un reno y cuáles son las actividades que se desarrollan en la granja al año. Durante la charla, además, nos sacaron algunas galletas, zumo de bayas, y para mí (por eso de mi intolerancia) unas tostaditas de pan sin gluten con salmón y mantequilla. ¡Vamos! Que todo lo que no habíamos comido antes nos lo estaban dando ahora…
Nuestro joven guía nos explicó que, lo de usar un trineo de renos, no es una cosa que se haya inventado ahora de cara al turismo, sino que ha sido un medio de transporte tradicional de los samis. Ya en la Edad Media, comenzó a domesticarse el reno y se empezó a tomar su carne como alimento. Nuestro guía nos contaba anécdotas de los antiguos viajes que hacía su abuelo en trineo de renos, y cómo era de él de quién había heredado la profesión.
Por lo que iba contando, yo saqué la conclusión de que los renos en Finlandia, deben ser como los cerdos en España, un animal domesticado, que cuenta con una población bastante mayor que la de propias personas en el país y de los que se dice que se aprovecha todo: su carne, sus pieles (para el abrigo), sus huesos y cornamentas (que por cierto, se les cae anualmente y les vuelve a crecer) y su energía y fortaleza, para la carga (ya sea de materiales o de pesados turistas como nosotros).
El año, para los criadores de renos, empieza con el nacimiento de los ternerillos en primavera. Unos meses después, ya en verano, cuando éstos han crecido un poquito, se les hacen unas marcas en ambas orejas para saber a quién pertenecen. Y es que todos los renos que existen en el país (alrededor de 200.000) tienen un propietario, que se distingue a través de esas marcas que se les hace en las orejas. Dicen que hay más de 10.000 marcas diferentes en Finlandia. Más tarde, se les suelta para que vivan libres por los bosques del país. Desde verano, hasta principios de otoño, en el bosque no falta la comida: setas y líquenes con los que los renos pueden engordar y acumular grasa para después pasar el duro invierno. Es en este momento que los renos empiezan a perder los cuernos (que vuelven a crecer en primavera, más fuertes y con más astas).
En otoño es cuando los granjeros tienen más trabajo, pues les toca recolectarlos.
Al parecer los molestos mosquitos de Finlandia juegan un papel muy importante en la recolección de los renos, pues éstos se reagrupan en las colinas o laderas huyendo de los mosquitos. Según nos contó nuestro granjero, el olor de los renos agrupados es tan fuerte que ni siquiera los mosquitos se acercan… facilitando el trabajo de recolección de los granjeros. Tras esto llega el momento de separarlos y clasificarlos, momento en el que algunos de ellos, lamentablemente, serán sacrificados.
Otoño es también el momento de la reproducción.
Finalmente, en invierno se les vuelve a soltar para que corran libres por el bosque y se empieza a enseñar a los machos que previamente han sido castrados para que empiecen a trabajar con los turistas.
Tras enseñarnos todas estas nociones acerca de la vida de un cuidador de renos, era momento de empezar con el paseo nocturno. Salimos al exterior y tras unos momentos en los que nuestro guía se dedicó a preparar el tren de trineos, comenzamos la ruta.
A mí me pareció una experiencia muy bonita. La lástima fue que estábamos bajo una tormenta de nieve y no había ni una sola aurora a la vista. Pero me puedo imaginar lo bonito que sería un paseo en ese mismo bosque, con un cielo clareado por la luz de auroras, ¡vamos!, magnífico.
Al acabar el paseo, nos metimos en una cabaña tipo sami, donde pudimos degustar de nuevo una salchicha (¡madre! Todo lo que no habíamos comido a mediodía nos lo estaban dando ahora) y al acabar nos metimos de nuevo en la furgoneta que nos llevaría de regreso al hotel.
Nos había encantado la actividad y para mí fue la mejor despedida de Laponia.
El día siguiente saldríamos en vuelo hacia Helsinki.
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