Para ese día, mi idea era visitar el castillo de Trost o Trostburg por la mañana y dedicar el resto del día a Bolzano.
Ahora bien, después de hacer la rutina de cada día: levantarnos, desayunar, pasear a los perretes y ponernos en ruta (con el querido Mendola p’abajo, de nuevo), no pudimos completar el plan. No había forma de dar con la carretera que llevaba al castillo y por más que dábamos vueltas de un lado para otro, o llegábamos a un punto desde el que no se podía seguir o acabábamos perdidas en mitad de la montaña. Eso sí, en una de esas rutas por la montaña dimos con una preciosa iglesia situada en un enclave maravilloso, la Iglesia de San Valentin.
Ahora bien, después de hacer la rutina de cada día: levantarnos, desayunar, pasear a los perretes y ponernos en ruta (con el querido Mendola p’abajo, de nuevo), no pudimos completar el plan. No había forma de dar con la carretera que llevaba al castillo y por más que dábamos vueltas de un lado para otro, o llegábamos a un punto desde el que no se podía seguir o acabábamos perdidas en mitad de la montaña. Eso sí, en una de esas rutas por la montaña dimos con una preciosa iglesia situada en un enclave maravilloso, la Iglesia de San Valentin.
Cuando por fin logramos centrar nuestras ideas, decidimos acercarnos a la ciudad de Ponte Garda y dirigirnos al centro de la población, ya en busca de un sitio para comer. Justo allí, vimos el único cartel informativo que indicaba que la carretera de acceso en coche se encontraba en obras y la única forma de acceder al castillo era a pie a través de una ruta de 40 minutos de ascenso…
Total, que, tras haber perdido la mañana en idas y venidas y en vista de que allí no parecía haber ni un bar decente, decidimos ir directamente a Bolzano. Eso sí, de camino vimos un biergarten donde estaban celebrando una fiesta, bebiendo y comiendo al ritmo de una orquesta y decidimos integrarnos con los locales. No diré más, pero el momento de mi amiga Ana con su señora salchicha al ritmo del “Ein Prosit” quedará grabado en mi memoria para siempre. Ha habido un antes y un después en nuestra relación… ;)
¿Qué ver y hacer en Bolzano?
Y por fin llegamos a Bolzano, la ciudad más importante de los Dolomitas y capital del Alto Adigio. Aunque es sobre todo famosa por su hombre de hielo (el señor Ötzi), la ciudad tiene suficientes atractivos como para pasar un día entero, con la catedral, todos sus castillos y su elegante centro histórico. Además, a nuestra llegada coincidimos con un mercadillo y el centro estaba muy animado.
Composición extraída de "ontheworldmap.com" |
Sin embargo, el primer lugar al que nos dirigimos (conocedoras de lo limitado de los horarios de los museos) fue al museo arqueológico del Tirol del Sur con su ilustre habitante, Ötzi. Y es que, con más de 5.000 años a sus espaldas y siendo una de las momias más antiguas que se han encontrado, qué menos que prestarle una visita.
Hacha de Ötzi |
Y aunque la historia de cómo fue a parar a este museo da para un post independiente, nos centraremos en que, a día de hoy, en el museo se puede ver todo lo relacionado con este personaje: desde la ropa que vestía hasta los instrumentos que portaba. A nivel de vestimenta, llevaba muchas capas para mantener el calor (con leggins incluidos). A nivel de instrumenta, contaba con un gran arco con sus flechas (impresiona ver el estado de conservación de las flechas), un hacha de cobre, un puñal, herramientas para trabajar la piedra y para hacer fuego y una mochila en la que se hallaron hasta antibióticos.
Por sus vestimentas se piensa que Ötzi podía ser un personaje importante en su comunidad, pero también, en base a las armas que llevaba podría tratarse de un cazador, un guerrero o el jefe de una tribu; las medicinas también llevan a pensar que podría ser una especie de chamán o curandero. Además, las pruebas han revelado que tenía unos 46 años en el momento de su muerte, cuando en aquel tiempo (la edad del Cobre), la esperanza media de vida no superaba los 35 años.
Un dato que me pareció muy curioso es que Ötzi tenía diversos tatuajes en el cuerpo, aunque no se sabe muy bien cuál era su función, el hecho de que muchos de ellos se localizaran en las articulaciones hace pensar que se hacían con motivos anestésicos, quizás algo similar a la actual acupuntura. Y hasta ese nivel de detalle podemos ver… a través de una ventana de 40 x 30 cm, podemos ver la cámara frigorífica que mantiene intacto el cuerpo del hombre de hielo. Y he de decir que impresiona.
A día de hoy, las investigaciones sobre el cuerpo de Özti continúan. Una de las grandes incógnitas es ¿por qué murió? Durante un tiempo se pensó que había muerto al caer por una grieta y golpearse la cabeza. Más tarde se descubrió que tenía una herida de flecha en el hombro, por lo que al parecer murió desangrado. Además, se cree que Ötzi se defendió, ya que había restos de sangre en el cuchillo que tenía cerca… Bienvenidos a crímenes imperfectos.
Para acabar, se muestra en el museo una reconstrucción a tamaño natural de Ötzi hecha por los hermanos holandeses Adrie y Alfons Kennins.
Tras esta interesante visita, salimos del museo y nos dispusimos a recorrer la ciudad.
Comenzamos a caminar sin rumbo fijo, pero, sin querer, íbamos pasando por las principales vías del centro: la piazza delle Erbe (que era la antigua plaza del mercado), la via dei Bottai (con letreros de hierro forjado en las tiendas) o la via dei Portici (con sus clásicos soportales), hasta que acabamos en la plaza principal de la ciudad la piazza Walther donde se halla el Duomo di Bolzano. La plaza está dedicada al poeta alemán Walther von der Vogelweide, cuya estatua la preside en el centro.
Y justo al otro lado nos encontramos con la catedral. Con un campanario de 65 metros de altura, la catedral gótica dedicado a Nuestra Señora de la Asunción, domina la plaza. Del exterior, llama la atención principalmente su torre. Del interior, destaca el museo del tesoro y la decoración del púlpito barroco.
No lejos de allí se halla otro de los imprescindibles de la ciudad, la iglesia de los Dominicos, donde se encuentra uno de los conjuntos de frescos medievales más importantes de Europa: los de la capilla de San Juan. Fueron pintados en la primera mitad del siglo XIV, se cree que por la escuela de Giotto, y muestran escenas de la vida de San Juan, de María, o de los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Salimos de allí y continuamos caminando, de forma que, a lo tonto, llegamos al punto de partida. Sin embargo, decidimos cruzar un momento el puente Talvera o Talferbrücke, para ver el monumento a la Victoria, una obra que conmemora el triunfo de Italia sobre el imperio Austro-húngaro en la primera guerra mundial.
Al girar la cabeza y volver sobre nuestros pasos nos sorprendimos de las vistas de los cercanos Montes Dolomitas, sobresaliendo sobre los edificios de las calles de Bolzano. Hacia abajo, a orillas del río Talvera, partía un paseo que también parecía muy bonito. En un día de sol, como en el que estábamos, la gente se relajaba tirada en el césped. Nosotras decidimos sentarnos, pero en una cafetería/heladería cercana, a recobrar un poco las fuerzas.
Y, antes de partir hacia el castel Roncolo, decidimos acercarnos al castel Mareccio rodeado de viñedos. No nos dio la sensación de que pudiera visitarse por dentro ya que al parecer ha sido transformado en un centro de convenciones, así que ni lo intentamos.
Nos montamos de nuevo en el coche y nos dirigimos hacia el Castel Roncolo o Schloss Runkelstein, al que llegamos por los pelos. Situado sobre un promontorio rocoso y rodeado de frondosos árboles, fue erigido en 1237, aunque su estructura ha sido ampliada y restaurada varias veces.
En su interior podremos ver el mayor conjunto de frescos profanos (es decir, no religiosos) medieval de Europa. Éstos fueron pintados en el siglo XV y muestran escenas cotidianas de la vida de la corte. También encontraremos algunos retablos de carácter literario (Tristán e Isolda, Rey Arturo, entre otras).
La verdad es que a mí me encantó este castillo. Por dentro, por fuera…
Al salir, yo iba buscando un buen encuadre para hacer una foto del castillo, así que estuvimos dando un paseo a orillas del río y encontrando otro castillo en la otra orilla del río, el Castel Novale. Aunque parecía privado y no visitable. En lo alto de la montaña podíamos divisar también el castillo Rafenstein. Éste no ha sido restaurado por lo que está prácticamente en ruinas y no nos llamó en exceso la atención como para subir a verlo.
Con esto, nosotras dimos por finalizada nuestra visita a la ciudad.
Sin embargo, dado que todavía nos quedaba algo de luz de día por delante, decidimos regresar a casa para recoger a los perretes y dar el paseo del atardecer en un lugar con encanto, en el Lago di Tovel, que no quedaba muy lejos de nuestro apartamento (y del que tan bien nos habían hablado días antes en la oficina de turismo).
Y allá nos fuimos, a toda pastilla, que la luz se nos estaba yendo… Mendola p’arriba (esta vez), casa y al lago.
El lago Tovel
Al parecer, a pesar de que hoy en día ya no sucede, el lago Tovel es recordado por un curioso fenómeno de “enrojecimiento”. Hasta mediados de la década de 1960, en verano, proliferaban en su superficie unas algas que hacía que el color del agua se tornara de color rojo brillante. Os podéis imaginar le de leyendas e historias que surgieron para “explicar” el fenómeno.
Hoy en día, el lago Tovel es una de las joyas naturalistas del Adamello (en el Parque Natural Brenta). Se le puede dar la vuelta completa y hay muchas rutas alrededor. Sin embargo, dado que estaba anocheciendo para cuando llegamos, apenas pudimos dar un paseíto de media hora en el que nos impresionamos con la panorámica y los reflejos de las montañas en sus aguas semi-congeladas y regresamos de nuevo a casa.
A lo tonto, pese a que no empezamos muy bien la jornada (con la historia del castillo) habíamos aprovechado bastante el día.
El día siguiente nos tocaba regresar a Ginebra y el viaje ya tocaba su fin.
El día siguiente nos tocaba regresar a Ginebra y el viaje ya tocaba su fin.
GENIAL.
ResponderEliminarDa mucho envidia verte recorrer el mundo.
Un saludazo !!!!
me encantan las dolomitas, creo que es lo mejor qu etiene Italia ¡¡¡
ResponderEliminarsaludos,
carmen
Muy bonito, precioso
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