La última visita turística del día nos esperaba en Conques. Desde Belcastel pusimos rumbo a esta pequeña localidad medieval escondida entre los árboles de las montañas que bordean el cauce del río Dourdou.
Dejamos el coche en un parking que hay en la misma entrada a la ciudad (el parking de l’etoile) y nos adentramos por la calle principal. La estampa desde ésta parecía sacada de un decorado. Las casas, amontonándose a lo largo de la ladera, combinaban a la perfección la piedra arenisca roja, salpicadas con pequeñas porciones de blanca caliza, estructuras de madera y tejados de pizarra azul, coloreando el horizonte que se abría ante nosotras.
El origen de Conques (o Concas, en occitano) se remonta a la época romana, aunque las edificaciones que hoy podemos ver datan de la Edad Media, del siglo XI. Del antiguo cinturón de protección y murallas, sobrevive alguna puerta fortificada (como la de Barry, la de Vinzelle o la de Fer) pero, sin duda, lo que destaca son las torres de la Abadía románica de la Santa Fe, que tiene sus orígenes en el año 1052.
En aquella época, un monje llamado Ariviscus se apropió de las reliquias de la Sainte-Foy, una joven mártir cristiana que fue decapitada y quemada en la hoguera con apenas 13 años (en el año 303 d.C.) y las trasladó para su custodia a la abadía. La fama por supuestos milagros comenzó a atraer a peregrinos a la ciudad, convirtiéndose durante los siglos XI y XII en parada obligatoria del camino de Santiago francés y atrayendo todavía hoy a numerosos visitantes.
Caminando a través de la calle principal fuimos a parar a este gran monumento de Conques, la citada abadía.
El Pórtico de entrada, o del Juicio Final, se piensa que fue esculpido por un artista que también había trabajado en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. Así 124 figuras preparan a los feligreses para el mencionado día del Juicio Final y un gran Cristo en el centro del tímpano advierte de los peligros de acabar en el infierno mediante una inscripción que reza “Pecadores, si no reformáis vuestras costumbres, padeceréis un juicio temible” (aunque en latín).
Su nave central tiene una altura de 22 metros. Pese a su sobrio interior, merece la pena detenerse a observar los capiteles románicos. También llama la atención su amplitud, para acoger a los muchos peregrinos que acudían a rezar ante las reliquias de la Santa Fe, que en el pasado se situaban frente al altar principal.
Hoy en día las reliquias de la Santa así como una colección de relicarios de los siglos VI y VII, tallados en oro, plata y hasta con piedras preciosas, se encuentran guardados en lo que se conocer como “Le Trésor de Conques” un pequeño museo situado en el claustro de un antiguo monasterio. Cerca de allí se halla también el Museo Joseph-Fau (cuya entrada también está incluida en la del tesoro), que muestra antiguos objetos como cuadros y tapices de la antigua abadía.
Nosotras no somos muy amantes de este tipo de cosas y aunque puede resultar curioso nos saltamos esta visita y continuamos callejeando por la ciudad. Tienen mucha fama sus fuentes, puesto que alguna de ellas data del siglo XII, como por ejemplo la Fuente de Plo, situada junto a la entrada de la abadía. También encontramos los restos de un pequeño castillo, el de Humieres, del siglo XV.
Tras recorrernos la ciudad, pusimos punto y final atravesando la Porte du Barry, observando su arco de medio punto donde aún se puede ver la que era antiguamente la casa del guardián.
Antes de partir, podemos hacer como muchos turistas y acercarnos a la Chapelle Saint-Roch, en busca de una de las mejores panorámicas de la ciudad…
Todo estos atractivos han hecho que Conques se encuentre inscrita en la lista de Les plus beaux villages de France (Los pueblos más bellos de Francia).
Nosotras poníamos allí punto y final a una jornada pasada por agua, que nos había llevado a lugares tan bonitos como Ambialet, Brousse le Chateau, Sauveterre de Rouergue o Belcastel… y nos dirigimos hacia la vecina Grand Vabre donde cenaríamos y dormiríamos en el Hotel Solomiac.
De todos los pueblos que habéis visitado en este viaje, resulta difícil elegir cuál es más bonito! Además, este con los nubarrones grises tiene un encanto especial.
ResponderEliminarSaludos
Qué pueblo más bonito! Me encanta! Lástima del día, pero como dice Mari Carmen, le da un encanto especial.
ResponderEliminar¡Hola chicas!
ResponderEliminar- Mari Carmen, la verdad es que montamos una ruta muy bonitay barata (que no gastamos mucho)... lástima que este día nos hiciera tan mal tiempo...
- Verónica, es muy pueblo precioso, pequeñito pero muy mono... La verdad es que los pueblos de Francia cada día me gustan más...
Saludotes!! :hello:
Es increible la cantidad de pequeño spueblos que tiene Francia llenos de encanto. Están casi por todos lados. A mi me encantaría recorrerlos en coche, y desde luego, si tengo oportunidad, éste estará en mi recorrido, porque es realmente chulo!
ResponderEliminarUn beso Helena!
Otro pueblo precioso que nos enseñas; me da mucho coraje no conocer más de Francia, tiene sitios preciosos, tengo que ponerle remedio a ese tema. Preciosas fotos, el nublado le dan un toque chulo. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminar- Xipo, hay miles...vayas por donde vayas. La verdad es que es un país que no te lo terminas nunca de recorrer...
- Caliope, lo malo es que tú estás en el sur. A mí en esa época me vino muy bien hacer una rutilla en coche fácil y económica desde Barcelona (que no está tan lejos). En fin, ya pasarás por ahí, estoy segura!
Un saludo