Nuestro primer día de roadtrip por Alsacia nos llevó a recorrer pequeñas ciudades como Rouffach o Guebwiller y la abadía de Murbach, la preciosa población de Eguisheim, Turckheim y sus viñedos, la ciudad amurallada de Neuf-Brisach, para terminar durmiendo en Colmar. ¿Echamos un vistazo a la ruta?
¡Pues vamos allá! Una vez reunida con Carfot y Babyboom en el aeropuerto de Basel, nuestra aventura por Alsacia comenzaba… Así pusimos rumbo al primer pueblo de nuestra ruta por la zona: Rouffach.
¿Qué ver y hacer en Rouffach?
El origen de esta ciudad se remonta a la época romana, cuando fue bautizada como Rubeaquum (aguas rojas) debido a la presencia de una fuente de agua ferruginosa que le proporcionaba ese color. La ciudad comenzó a despuntar en el siglo V, cuando los reyes merovingios de Austrasia construyeron allí el castillo de Isenburg que se convirtió en su residencia. Con el paso de los años la ciudad acogió también a diversos obispos, llegando a producirse en sus entrañas un milagro cuando Arbogast (obispo de Estrasburgo) resucitó al hijo del rey Dagoberto II. Fue el momento en el que la ciudad adquirió mayor prosperidad y crecimiento, que finalmente se vio truncado con la Guerra de los Treinta Años. Tras la guerra y, con la anexión de Alsacia a Francia, la ciudad recuperó su esplendor gracias principalmente a sus viñedos.
Pues bien, nuestra visita comenzó por la Plaza de la República, donde se halla la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una iglesia en piedra arenisca amarilla mezcla de estilos, del románico original al gótico al que fue adaptado a base de posteriores modificaciones. La torre sur es una copia, del siglo XIX, de la de la torre norte, que se encuentra inacabada.
En la parte posterior de la iglesia podremos ver una curiosidad: algunas marcas en las piedras, son las heridas de una vieja práctica de los ciudadanos que afilaban allí los instrumentos de poda pues se creía que aseguraba una buena cosecha.
El interior de la iglesia es principalmente de estilo gótico (del siglo XIII), en la nave izquierda encontraremos una Virgen con el Niño bajo un conjunto decorativo en piedra, mientras que en el coro, la antigua puerta de la sacristía está rodeada por dos caras talladas, una niña y un niño, al que se conoce como la sonrisa de Rouffach. El altar mayor, de estilo neogótico, cuenta la historia de Argobasto, el curador del hijo de Dagoberto II.
En la propia plaza de la República podremos ver otros de los principales monumentos de la ciudad: el antiguo granero (con unos curiosos frontones del siglo XVI), el viejo ayuntamiento, dos edificios del siglo XVI con una decoración típica de la Edad Media y el Haxakessel, casa que originalmente albergaba los talleres de canteros de la iglesia antes de ser transformado en un tribunal de la Inquisición, lo que da origen a su nombre (caldero de las brujas).
Contigua al Ayuntamiento, encontramos la Torre de las Brujas embebida en la última ronda de fortificaciones. La parte más antigua es del siglo XIII, aunque casi todo lo que se aprecia data del XV. La torre sirvió como prisión, especialmente de las brujas.
Terminamos nuestra visita a Rouffach dando un paseo por las callejuelas de la localidad donde se puede ver la típica arquitectura alsaciana, por ejemplo la de la casa conocida como “las tres damas” en la rue du Maréchal Lefebvre, una casa del siglo XVI que recibe su nombre de los tres pilares que sostienen los pisos superiores y frente a ella, el antiguo matadero.
Al llegar a la “rue du 4me regiment des spahis Marrocains” nos encontramos con otra curiosa casa, la de Oriel y con la Iglesia de los Recoletos, del siglo XIII y dedicada a Santa Catalina, de la orden de los franciscanos.
Cerca de allí encontraremos también el Château d’Isenbourg, antigua residencia del Rey Dragoberto II y que actualmente es un hotel de lujo, reconstruido en el siglo XIX.
Al acabar la visita, cogimos el plano y nos fijamos un nuevo destino…
Guebwiller y la abadía de Murbach
En la primera de las localidades no hicimos más que una breve parada en la iglesia de Notre-Dame, una iglesia neo-clásica levantada para transferir la abadía de Murbach a la ciudad de Guebwiller. Aun sin estar acabada su portada principal (pues resta una torre por construir) el edificio tiene es grandioso exterior e interiormente, contando con bonitas esculturas barrocas del alemán Fidèle Sporer y un órgano, de 1785, del alemán Rabiny.
La plaza en la que se asienta la iglesia está rodeada de casas canónicas que actualmente albergan el museo Théodore Deck y del “Pays du Florival”.
Murbach, por su parte, es un pueblo diminuto (ya que apenas cuenta con una centena de habitantes), que cuenta con los restos (pues sólo se mantiene el ábside y el coro) de la antigua abadía de Saint Léger.
Allá por el año 728 el Conde Eberhard (hermano del Duque de Alsacia) y San Primín fundaron esta abadía románica que, durante la Edad Media, se convirtió en uno de los establecimientos benedictinos más importantes e influyentes del Sacro Imperio Romano Germánico, que acogía a unos pocos monjes de las mejores familias de la región (aunque, tras la Guerra de los Treinta Años, al igual que el resto de Alsacia, Murbach fue anexionada a Francia, en 1681). En 1759, la abadía como tal fue trasladada a Guebwiller (ciudad por la que habíamos pasado antes) y pierde su estatus de abadía. La edificación, vacía fue poco a poco destruyéndose y sus materiales fueron reutilizados en otras construcciones. Actualmente sólo quedan el ábside y el coro de la abadía en pie, donde se encuentra la tumba del Conde Eberhard y la de siete monjes asesinados por los húngaros en 926.
La abadía, con sus dos altas torres, sigue mostrando la importancia de su pasado y continua siendo una de las obras maestras del arte románico en Alsacia.
Allí también se puede visitar la pequeña Capilla de Nuestra Señora de Loreto, del año 1693, a la que se accede por un camino sin asfaltar.
Desde allí nos dirigimos a un lugar que no te puedes perder si pasas por Alsacia…
¿Qué ver y hacer en Eguisheim?
La ciudad fue fundada en el año 720 por el Conde Eberhard que construyó un castillo alrededor del cual fue asentándose la población de una manera gradual y concéntrica a éste, creando un urbanismo defensivo muy característico. Vivió su mayor esplendor en el siglo X, contando con el Papa Leon IX como hijo predilecto (nacido bajo el nombre de Brunon d’Eguisheim el 21 de junio del 1002). Pero, aunque esa arquitectura hizo que resistiera el ataque en 1298 del emperador Adolfo de Nassau, no pudo impedir el hachazo de Luis XI que saqueó la ciudad en 1444 y que terminó recibiendo duros golpes de epidemias, ocupaciones militares, malas cosechas y despoblación durante la guerra de los Treinta años. Tras este periodo oscuro, la ciudad se fue recuperando, hasta el punto de haber sido incluida en la lista de los pueblos más bellos de Francia, un título bien merecido.
Nosotros llegamos más o menos a mediodía y, aunque hay un parking de pago antes de entrar al pueblo, logramos dejar el coche cerca del centro sin tener que pagar. Dadas las horas que eran lo primero que hicimos fue buscar un sitio para comer, y acabamos en “La Galinette” donde probamos una de las especialidades de la zona, las “Flammenkueches“.
Al terminar de comer empezamos a recorrer las calles del pueblo, comenzando la ruta por la “Rue du rempart nord” y siguiendo por la “Rue du rempart sud”. En nuestro caminar fuimos viendo las pintorescas casitas de vivos colores que componen la población, algunas de ellas con sus escudos de armas, o con marcas y símbolos que señalaban la profesión de sus dueños.
En nuestro recorrido fuimos a parar a “Le Pigeonnier”, una casa en forma de chaflán que se ha convertido en una de las postales más famosas de Eguisheim.
Más adelante nos encontramos con la Iglesia de San Pedro y San Pablo, del siglo XIII, que alberga una talla de una virgen del siglo XIV esculpida en madera policromada, una de las últimas que queda en la región de Alsacia.
Seguimos paseando por sus calles hasta que llegamos a la plaza más bonita del pueblo, la plaza del castillo, donde podemos encontrar una fuente octogonal coronada por una estatua, la del conde Bruno de Eguisheim, el papa León IX y, detrás de ella, una iglesia que también lleva su nombre.
En el interior de ésta, hallaremos un relicario que contiene parte de su cráneo, y los medallones de la bóveda y las ventanas nos relatarán etapas de su vida.
Al antiguo castillo solo se puede entrar a través de una visita guiada.
Y hablando de castillos, en las montañas, a lo lejos, pudimos divisar los conocidos como “Les Trois-Châteaux du Haut-Eguisheim”, tres torres de piedra arenisca rosa, restos de lo que antaño fue un único castillo del siglo XI. Abandonado en el siglo XV, fue quedando en ruinas poco a poco… Dicen que desde su cima se obtiene una bonita vista de la llanura de Eguisheim y es el lugar desde el que se inicia el camino de los cinco castillos que a lo largo de 20 kilómetros pasa también por el Castillo de Hohlandsbourg y el de Pflixbourg (imagino que sólo apto para los amantes del senderismo).
Nosotros dimos allí por concluida nuestra ruta por este pequeño pero encantador pueblo y nos dirigimos hacía la siguiente localidad de la ruta.
Visita de Turckheim
Esta pequeña ciudad, situada en la entrada del Valle de Fecht, fue fundada allá por el año 700 y, aunque no es tan famosa como otras de la zona, tiene un casco histórico bastante bonito con calles repletas de esas casas multicolores tan características dela zona.
Nosotros empezamos la visita en la Puerta de Francia, ya que habíamos aparcado frente a ella. Se trata del acceso más antiguo a la ciudad, pues data del año 1315 y en la antigüedad era el más transitado ya que todos los comerciantes tenían que pasar por allí. En su día estaba equipada con un puente levadizo, rastrillo y dos puertas que se cerraban durante la noche y en la misa del domingo.
Nada más cruzar la puerta nos encontramos con alguno de los edificios más importantes de la ciudad. En primer lugar la Oficina de Turismo que está situada en el antiguo edificio del Corps de Garde, del año 1575, que ha acogido en el pasado desde el Ayuntamiento, pasando por una escuela de niñas, un puesto de carnicería, hasta la comisaría.
Frente a éste se alza una fuente coronada con una estatua de la Virgen y el niño, que ya se citaba en una ley de 1667 en la que se prohibía lavar la ropa y abrevar a los animales allí.
Si continuamos caminando por esta calle, podemos ver el Ayuntamiento, del siglo XVII, aunque en el pasado fue también Tribunal de Justicia de la antigua ciudad imperial. Durante su restauración salieron a la luz dos paredes góticas y una románica. La antigua Posada “Auberge aux Deux Clefs” se encuentra cerca de allí y era el lugar en el que se alojaban las personalidades que visitaban Turckheim.
Frente a ella encontramos la Iglesia de Santa Ana y, aunque la primera mención a un santuario cristiano en Turckheim se remonta a 898, éste sería reemplazado en torno al siglo XII por un edificio románico del que sólo queda el hermoso campanario. La actual iglesia fue construida entre 1834 y 1839 y restaurada después del incendio de 6 de julio 1978.
Para finalizar la visita podemos acercarnos a las Puertas de Brand y Munster y, como no, pasear por la Grand Rue donde podemos ver las típicas casas de la zona de dispares colores y entramados de madera.
Como curiosidad y desde 1953, en Turckheim, todas las noches a las 22:00 horas (desde mayo hasta finales de octubre), los hombres del reloj de la noche (lo que viene siendo el sereno) hacen ronda, cantando viejas canciones y recordando a la gente que debe apagar las luces.
Con ello pusimos punto final a nuestra visita a la población. Dada su cercanía decidimos acercarnos en coche a la población Niedermorschwihr, que cuenta con algunas bonitas casas y una iglesia. El pueblo también es conocido debido a la tienda de Christine Ferber, famosa por sus mermeladas.
Tras dar una vuelta por allí, nos dirigimos a punto final del sendero del dragón, un caminito que lleva desde el centro del pueblo de Turckheim hasta la cima de los campos de viñedos circundantes, y así conocer la leyenda del dragón, según la cual la calidad del vino de la región se debe a un dragón terrible que, al morir, fertilizó la tierra con su sangre… Independientemente de las leyendas, hay unas bonitas vistas del pueblo y del valle del río Fecht.
Después de estas bonitas poblaciones, vimos en el plano de la zona que Neuf-Brisach era Patrimonio de la Humanidad, así que allá que fuimos.
¿Por qué Neuf-Brisach es Patrimonio de la Humanidad?
La ciudad fortificada de Neuf-Brisach se construyó de la nada, por orden del rey Luis XIV de Francia en 1698, para fortalecer las defensas del Rin después de perder Brisach ante Austria en el Tratado de Ryswyck en 1.697.
Francia decide entonces crear una nueva defensa, otra ciudad estratégica en la orilla izquierda del río Rin y Vauban es el encargado de realizarla. Para ello realizó, sobre unos 1000 m², una fortaleza de tierras bajas y bastiones enterrada y con forma de estrella (como la que habíamos visto en Holanda, cuando visitamos Naarden), que se convertiría en una verdadera trampa para el enemigo, por ser casi invisible hasta encontrarse completamente expuesto.
Se trata de la última ciudad fortificada construida por Vauban en 1699 a la edad de sesenta y seis años, que ofrece una vista excepcional del sistema de defensa más logrado del siglo XVII.
Así en 2008 el ingenio y valor de esta obra de Vauban fue reconocido por la Unesco. Sin embargo, aparte de las murallas, el pueblo no tiene mucho más que ver y desde luego no tiene comparación con la belleza de los otros lugares que ya habíamos comenzado a ver, de la Alsacia.
Eso sí, la obra de Vauban es digna de mención y de hecho, podremos hacer una revisión de toda ella en el museo que la ciudad le ha dedicado, el Museo de Vauban. Por ponerle números podremos decir que se resume en 48 asientos y 48 victorias, 8 lesiones, construcción y rehabilitación de más de 150 fortalezas, de las que 33 fueron de nueva construcción (siendo Neuf-Brisach la última y el culmen), en los que realizó más de 300 planos, dibujos y mapas en relieve y 95 memorias y tratados relativos a temas muy diversos (desde militar, estrategia, economía y política, hasta de ciencias naturales como la agricultura o la minería e incluso acerca de religión y filosofía). Vauban murió el 30 de marzo de 1707 en París, a los 74 años, a causa de una neumonía. Sus restos reposan la iglesia de Bazoches-du-Morvan, en su tierra natal (en Saint-Leger-de-Foucheret cerca de Vézelay), aunque una urna con su corazón se encuentra expuesta bajo la cúpula de los Inválidos en París.
Un paseo al atardecer en Colmar
Para acabar la jornada nos dirigimos a Colmar, donde íbamos a dormir esa noche. Después de asentarnos en el hotel (el Roi Solei, situado en las afueras) nos acercamos a dar una pequeña vuelta por la ciudad para llevarnos un primer contacto con ella al atardecer… aunque el día siguiente le dedicaríamos gran parte de la mañana.
Después de dar un pequeño voltio, por fin logramos reunirnos también con Victor, Eva y Vera (de Mi patria son mis zapatos) y una pareja amiga suya, que también estaban de escapada por la zona, y con los que dimos por finalizada una estupenda primera jornada de viaje.
Un día estupendo en muy buena compañía, lástima que Victor decidiera jugar al escondite, jejejeje. Habrá que repetir a otro sitio!!! ;-)
ResponderEliminar¿Cuándo y dónde? No hay más que decidir! :p
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