Dia 03/12/2022, empezaba nuestro gran viaje.
Algo de nervios, ya que, a lo tonto, hace mucho que no preparo un gran viaje… esperemos que vaya todo bien. ¡Allá vamos! Nos levantamos temprano, para ir a la estación de tren de Lausana y de allí a Zúrich, al aeropuerto. Dejamos las maletas, pasamos control, control de pasaportes y llegamos a la terminal, listas para salir. Bueno no, otro control de pasaporte de la aerolínea antes de embarcar… parece que finalmente logramos entrar al avión y, ahora sí, empieza la aventura (eran las 13:50h, hora suiza). Bueno, realmente empieza lo más tedioso. El vuelo de Zúrich a Cancún duraba 11h 35 y la verdad es que, pese al servicio de entretenimiento del avión, a los intentos de dormir y descansar, se hizo largo…
Por fin llegamos (18:25h, hora mejicana). Un nuevo control de pasaporte, sello en ese pasaporte que me dio algo de dolor de cabeza antes del viaje y a por las maletas. Ohh, no! ¿Pero qué hacen? ¿Sacan las maletas una a una a la mano? ¿o qué? Tardaron como una hora en empezar a salir por la cinta, y personalmente no me puedo quejar, porque las nuestras fueron de las primeras, pero vaya tela…
A todo esto, y gracias al wifi gratuito del aeropuerto, pude comunicarme con el chico de la empresa de alquiler de coches que, por una parte, se extrañó del tiempo que nos llevó salir y por otra nos dio indicaciones de hacia donde dirigirnos. Pero antes de salir del aeropuerto, vamos a hacer una pequeña parada para cambiar algo de efectivo, que vamos a necesitar desde el día 1 para todo el tema de propinas… y ¡toma! la primera en la frente. En el aeropuerto, no solo es que habitualmente la tasa de cambio es peor que la que se puede encontrar fuera, sino que nosotras íbamos a cambiar francos suizos y nos aplicaron una tasa de cambio de dólar americano… con lo cual, ya de entrada nos estafaron como unos 60 chf. Empezamos bien…
Bueno, vamos para afuera, a la zona de familiares y amigos, puesto que era allí donde vendría alguien de la empresa de alquiler para recogernos y llevarnos a la oficina de Price Car Rental cercana al aeropuerto. Allí, firmamos el contrato de alquiler (que ya habíamos cerrado y prepagado desde España). El coche era un Chevrolet spark rojo, antiguo, muy antiguo y pequeño, muy pequeño. Lo primero que pensé fue, madre mía, no caben las dos maletas en el maletero, una tiene que ir en el asiento de atrás… pff, y el coche no tiene si quiera un cubre maletero… Nos van a desvalijar el coche en cualquier lugar que lo dejemos. Vamos, lleva escrito la palabra turista en mayúsculas. Bueno, ya no queda otra, iremos viendo cómo podemos apañarlo. Por otra parte, hay que cerrar el coche con el pestillo, cada una de las puertas. Helena acuérdate, que hace mucho tiempo que no nos topamos con un coche así…
En fin, el chico de la agencia había hecho el reporte del estado, indicando en el dibujito los daños que tenia el vehículo, pero era imposible comprobarlo juntos, no había luz, estaba lloviendo y aunque intentamos alumbrar un poco con el móvil, realmente no se veía nada. Con lo cual, firmamos y venga, vamos a poner en el gps del móvil el hotel de Cancún y a ver si llegamos.
Por una carretera en obras, bajo la lluvia, para arriba para abajo, esos cambios de dirección en mitad de las carreteras principales (que luego vimos que son habituales en Yucatán), primera prueba de fuego de conducción en México. Con un pequeño susto incluido por una moto que no vi en una rotonda, llegamos al hotel Kavia. Hicimos el check-in, metimos el coche en el garaje y nos fuimos a dormir. Había sido un largo día y para la jornada siguiente teníamos prevista una excursión que tenía muy buena pinta.
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