Tras mucho tiempo soñando con ver auroras boreales, con poner mis pies en esas nieves cuasi-eternas que hay más allá del círculo polar ártico, con conocer al Sr. Claus y a sus fieles renos… por fin había llegado el momento: la noche anterior habíamos aterrizado en Rovaniemi, ya estábamos en Laponia.
Esta primera jornada haríamos un tour combinado que nos llevaría en moto de nieve hasta una granja de renos. Así, nada más llegar a Finlandia, nos quitaríamos de un plumazo dos de las actividades incluidas en nuestro checklist de cosas a hacer al menos una vez en la vida.
Y eso que a primera hora de la mañana yo no veía nada claro que pudiera realizar la actividad… En efecto, había pasado una noche con unos dolores de tripa espantosos. Tanto, que nos planteamos incluso ir a un hospital, pero afortunadamente tras 3 horas de idas y venidas de dolor, la cosa mejoró y se estabilizó un poco y decidimos continuar (con calma) con los planes iniciales.
La actividad que habíamos reservado con Wild Nordic comenzaba a las 8:00h y justo a esa hora nos iban a recoger en el Hotel Aakenus (cercano a nuestro alojamiento). Para terminar de cubrirme de gloria, la noche anterior me equivoqué al mirar el horario de recogida y pedí que nos hicieran el desayuno a las 8:00h… Por lo que me temía que encima comenzaríamos sin si quiera comer. Bajé al levantarme para avisar a los dueños de que no preparan nada y explicarles mi error. Los pobres, en el tiempo que terminamos de arreglarnos y recoger las cosas para marcharnos, nos habían hecho un par de sándwiches y nos dieron alguna pieza de fruta. No contentos con eso, cuando les preguntamos por la localización del cercano hotel, el dueño, Pekka, se puso su gorro y guantes y decidió acompañarnos. ¿Son o no son un encanto en el B&B Kotitie?
Con algo de retraso, paso un autobús a recogernos y, tras hacer un tour de recogida por diversos hoteles, nos llevó hasta el Santa Claus Village, donde se encuentra la oficina central de Wild Nordic.
Al principio me pareció todo un poco desorganizado… Tenían a gente de tours diferentes y nadie nos decía qué teníamos que hacer exactamente o quién iba a ser nuestro guía. Pero con un poco de paciencia, todo comenzó a tomar forma. Empezaron por darnos ropa para protegernos del frío: calcetines, botas, un mono para ponerte sobre tu ropa, pasamontañas, casco…
Nos explicaron que, como con el alquiler de cualquier vehículo (no deja de ser una moto), has de tener carnet de conducir para poder conducirlas (así los niños han de ir en un trineo tirado por la moto de nieve del guía) y la actividad cuenta con un seguro con una franquicia que deberás abonar en caso de accidente. Sin embargo, se podía eliminar la franquicia pagando un poco más. Nosotras lo pagamos, ya que al ser la primera vez íbamos con algo de miedo, pero realmente no creo que fuera necesario, al final no vas a grandes velocidades y estás en todo momento en grupo y controlado.
Con todos los trámites y preparativos hechos, salimos de la oficina de Wild Nordic, pues dentro nos estábamos asando… y no voy a negarlo, allí, completamente equipada, tenía bastante ilusión por esta actividad. Mi primera vez en moto de nieve y la primera vez tan cerca de renos…
Fuimos andando hasta el parking en el que tenían todas las motos y nos montamos en una. Las instrucciones no son complicadas: se acelera girando el puño y hay una palanca de freno (como en cualquier moto). También hay una pinza de seguridad que te tienes que enganchar a alguna parte de tu traje para que se detenga la moto en caso de caída.
Con las instrucciones (para avanzar, girar y parar) y las normas entendidas, nuestro guía nos encendió la moto. Todo listo. Allá íbamos.
Un monitor iba delante tirando del trineo de los niños, los padres se pusieron a continuación y en fila india fuimos avanzando uno a uno. El grupo lo cerraba un segundo monitor.
Comenzamos despacito aunque, por lo general, al ir en grupo no fuimos especialmente rápido (a 30 km/h como mucho). A los pocos minutos ya estábamos adaptadas al tipo de conducción y estábamos encantadas adentrándonos por pistas en la nieve entre enormes árboles. En ocasiones la pista tenía baches e íbamos dando saltos con la moto… dicen que si tienes problemas de espalda no debes realizar la actividad por este motivo.
Tras unos 45 minutos de ruta llegamos a la granja de renos que íbamos a visitar.
La visita incluía una pequeña vuelta de 1 km en trineo de renos y allá que fuimos las primeras. Será una turistada y todo lo que quieras, pero a mí me encantó… las risas que nos echamos cuando nuestro reno “Walti” arrancó completamente enérgico (de una manera que no nos esperábamos), y cómo a mitad de vuelta perdió gas y ya no le apetecía continuar…
Al terminar el paseíto y mientras el resto de grupo daba su vuelta estuvimos andando por la granja, viendo los diferentes renos y fotografiándoles.
Cuando todos habíamos acabado el pequeño paseo nos llevaron a una cabaña tradicional en la que nos pusieron un vídeo acerca de los renos y su importante papel en Laponia. No en vano, hay más de 200.000 renos en Finlandia. Hay más que personas, y cada uno tiene su propietario. Me recordaba a la historia de las ovejas en Islandia.
Al acabar el vídeo la dueña de la granja nos dio una pequeña charla acerca de la cultura sami y tras tomar un zumo de bayas y unas galletas, dimos por finalizada la visita a la granja. El último día, que hicimos otro paseo en reno, nos enteramos algo más del día a día de las granjas de renos.
Pero era hora de volver a la moto de nieve y poner rumbo de regreso a la oficina.
Para mí esta combinación de moto de nieve y granja de renos fue la perfecta opción para comenzar a descubrir Laponia. Aunque la actividad del último día con renos a mí me gustó más (también influye en mi impresión las explicaciones que nos dieron en aquel momento), creo que una ruta únicamente en moto de nieve, para mí, hubiera sido demasiado largo, sin embargo, combinándolo no se me hizo pesado en ningún momento.
Aquí os dejo un breve resumen en vídeo de la aventura:
Regresamos a Santa Claus Village, donde nos deshicimos de la equipación cedida de nuevo en la oficina de Wild Nordic y, aunque nos planteamos el hecho de quedarnos esa tarde para recorrer el Village, dado que yo no estaba todavía muy católica y que prácticamente no habíamos dormido, finalmente tomamos el autobús (incluido con la actividad) que nos llevó de vuelta a Rovaniemi.
Eran alrededor de las 14:30h cuando regresamos a Rovaniemi y todavía no habíamos comido. Echamos mano de Trip Advisor para descubrir algún bar/restaurante con buenas críticas, de forma que fuimos a parar al “Café 21” donde nos hicimos una sopa y ensalada buenísimas. Al parecer es un restaurante que se ha puesto muy de moda entre la gente joven porque se puede comer muy bien por un precio razonable.
Por la tarde apenas dimos una vuelta por la ciudad y regresamos al Bed and Breakfast, a ver si descansando un poco yo terminaba de recuperarme.
Teníamos anotado como opción hacer una excursión al anochecer para ver auroras, pero no merecía la pena pues el cielo estaba completamente cubierto de nubes.
Así, pese a lo incierto de la noche anterior (en la que vi peligrar todo el viaje), nos llevamos una muy grata experiencia en nuestro primer día en Laponia.
¡¡Menos mal que al final tu malestar te permitió hacer la actividad porque suena interesante!! Yo es una de las cosas que también tengo en mi lista de cosas de hacer una vez en la vida!
ResponderEliminarTe diría que fue de las actividades que más me gustaron de este viaje.
EliminarHay que probarlo sí o sí, jejejeje.
Un saludo!