Tras hacer una breve parada en el
viaducto de Millau, nos dirigimos hacia el siguiente punto de interés que
teníamos previsto en nuestra ruta: La Couvertoirade, otro de los pueblos que se
encuentran en la lista de los más bonitos de Francia.
No es para menos ya que esta
antigua ciudad templaria se encuentra en un estado de conservación asombroso. Aislada
dentro de unas enormes murallas, de 420 m de longitud y 1,30 m de espesor, que
fueron construidas durante la Guerra de Cien Años (alrededor de 1440), su
interior es completamente peatonal y resulta una delicia caminar por sus calles
y retroceder (aunque sea de forma virtual) hasta la Edad Media.
Cuando llegamos, dejamos el coche
en un aparcamiento que había habilitado en las cercanías de la ciudadela y
comenzamos a andar hasta llegar a la puerta que daba acceso a la ciudad: la Puerta
Norte o “Portal d’Amoun” que está situada al cobijo de una enorme torre de 20
metros de altura. En el arco interior de la puerta, hoy en día, una estatua de
San Cristóbal nos da la bienvenida.
Conforme entramos a mano derecha
nos encontramos con la Casa de la “Scipione”, una vivienda construida a finales
del siglo XV o principios del siglo XVI, que acoge algunos lugares de interés
de la población. En la planta baja se halla el punto de información, en el
primer piso se proyecta un documental de la historia del pueblo, en la segunda planta
hay una pequeña exposición sobre el patrimonio de La Couvertoirade y,
finalmente, desde la última planta se puede acceder al camino de ronda o
“chemin de ronde”, un pequeño recorrido habilitado en lo alto de las murallas
desde el que se puede contemplar todo el pueblo y los paisajes aledaños de la
región de Larzac, que en el pasado los Templarios cubrieron de trigo.
Para cuando llegamos nosotras
éste estaba cerrado y nos tuvimos que conformar con imaginárnoslo desde abajo. Según
he leído está abierto entre marzo y noviembre.
Comenzamos a caminar por la
ciudad en dirección al Hôtel de Grailhe. Cerca de éste se encuentra el horno de
Banal, que tiene sus orígenes en el siglo XIV (aunque sólo conserva su arco
como elemento original) y que, a día de hoy, su propietario sigue utilizándolo…
Bordeamos la barbacana o antiguas
fortificaciones para ascender por unas escaleras hacia la iglesia dedicada
también a San Cristóbal que, construida sobre la roca del castillo y con su
ábside embebido dentro de las murallas, hizo que el pueblo se desarrollara a su
alrededor. Frente a la iglesia encontramos anexo un antiguo cementerio. La
curiosidad es que para construir las murallas, éste se vio dividido en dos partes
quedando una parte fuera y otra dentro del pueblo.
Frente a ambos se encuentra el
castillo que, con origen templario, fue levantado al final del siglo XII. La
misión fundamental de éste era proteger a los habitantes de la ciudad durante
las guerras. Actualmente sólo se conserva una parte del castillo porque se
perdieron sus dos pisos superiores. Se puede visitar durante junio, julio y
agosto.
Frente al castillo hay una puerta
(la Portanelle) que permite salir de la zona amurallada para acceder al Moulin
du redounel y al Don de l’eau, un pequeño fregadero que permitía dar agua a los
peregrinos sin abrir las puertas de la ciudad en época de epidemias o guerras. Al
lado de éste hay también una gran cisterna.
Regresamos hacia la zona
amurallada dejando atrás también la Gitte Comunal, pasando frente a la principal
plaza de la ciudad (la Placette) donde antiguamente había una gran charca, que
por razones sanitarias (para evitar plagas, epidemias, etc.) se trasladó
extramuros.
Desde allí divisábamos la Puerta
de acceso sur a las murallas, situada bajo la Torre Sur. Ésta era la gemela de
la torre norte, pero fue destruida en 1912. Lo que se ve actualmente corresponde
a los trabajos de restauración llevados a cabo en 1945 (las bases) y 2007.
Nos adentramos por la Rue Droite
que es el lugar en el que mejor se puede ver el urbanismo asociado a la enorme
muralla hospitalaria al cobijo de la que se asienta la población. Así, encontramos
allí las casas típicas de la arquitectura conocida como “del causse”, con las
tiendas, restaurantes y lugares públicos en la planta baja, las viviendas en el
primer piso y una última planta para acoger el granero. Casi todas las casas
contaban además con una cisterna que recogía el agua de lluvia.
Tras dar un pequeño paseo por las
calles que nos habíamos dejado pendientes regresamos a la puerta por la que
habíamos entrado, para volver al coche y dirigirnos al último pueblo que
veríamos ese día: St. Guilhem-le-desert.
En los alrededores de La Couvertoirade hay también otros sitios de interés que nosotras nos dejamos en el tintero pero, si tenéis tiempo, podéis completar vuestra visita con:
En los alrededores de La Couvertoirade hay también otros sitios de interés que nosotras nos dejamos en el tintero pero, si tenéis tiempo, podéis completar vuestra visita con:
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