Nuestro penúltimo día de viaje por Croacia comenzaba con el traslado desde Sibenik hasta Trogir.
Trogir es una pequeña localidad de la costa croata (que cuenta con poco más de 10.000 habitantes) que fue declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1997. El legado aún evidente de antiguas civilizaciones como la griega, romana o veneciana, le han dotado de un rico urbanismo plagado de múltiples lugares de interés tales como iglesias, palacios e incluso castillos. No en vano, se dice que Trogir es la ciudad medieval más antigua del Adriático. Antiguamente era una isla, pero ahora está unida a tierra firme mediante un puente.
Como muchas de las ciudades croatas que habíamos visitado los días anteriores el casco viejo de Trogir, protegido por sus antiguas murallas, también es peatonal. No recuerdo exactamente donde aparcamos, pero sí que nuestra ruta comenzó por detrás, topándonos en primer lugar con la torre de San Marcos, que servía de vigía y cumplía con la función defensiva de Trogir.
Algo más adelante vimos los restos de un antiguo cenador erigido durante la ocupación napoleónica por el mariscal francés Marmont que antaño formaba parte del castillo fortaleza de Carmelengo.
El Carmelengo era el encargado de administrar las riquezas de la iglesia y vivía en este palacio que fue construido en el siglo XV que antiguamente estaba conectado a las murallas de la ciudad y a la torre de San Marcos. Hoy en día se utiliza como sede de conciertos durante el festival de verano de Trogir.
Después de visitar el castillo, desde el que hay unas bonitas vistas de la ciudad, continuamos caminando por la Riva, el paseo marítimo donde, tras ver la iglesia de Santo Domingo, decidimos adentrarnos por el casco urbano y perdernos por sus calles.
Finalmente llegamos al centro neurálgico y lugar más importante de la ciudad, la plaza Juan Pablo II (Ivana Pavla II).
Ésta es la plaza más bonita de Trogir y donde se encuentran los principales edificios de la ciudad, que fuimos viendo y visitando.
La Catedral de Trogir está dedicada a San Lorenzo. Su construcción comenzó en el siglo XIII, aunque no finalizó hasta el siglo XV, por lo que la mezcla de estilos arquitectónicos es más que evidente. Lo más destacado es la cantidad de esculturas y relieves con los que cuenta su portada románica obra del maestro Radovan (de 1240). De su interior destaca la capilla renacentista de San Iván.
Dicen que es imprescindible la ascensión a su torre, de 47 metros de altura, desde la que se obtienen unas bonitas vistas de toda la ciudad, así que allí nos lanzamos.
En la plaza también encontraremos la iglesia de San Salvador, que se reconoce fácilmente por el enorme reloj de su torre. Aunque su construcción es relativamente moderna, ya que data de la década de los cuarenta (1947), ésta se levantó sobre los restos de una antigua iglesia que databa del siglo XI (la iglesia de Santa María).
El palacio de los rectores se encuentre entre ambas iglesias. Este antiguo palacio del siglo XIII es hoy en día la sede del ayuntamiento.
Y para acabar con los lugares de interés de la plaza, el Palacio Cipiko. Situado frente a la catedral, este palacio en estilo veneciano del siglo XV pertenecía a los Cipiko, una adinerada familia de la ciudad.
Tras ver la plaza principal nos acercamos al Convento de San Nicolas, un antiguo monasterio benedictino fundado en 1064. Su interior acoge un relieve del siglo III del dios griego Kairós esculpido en mármol naranja, pero no pudimos entrar a verlo ya que se encontraba cerrado.
Cuando acabamos de recorrer Trogir, donde aprovechamos también para comer, pusimos rumbo hacia nuestro apartamento de Split, donde pasaríamos la siguiente noche, aunque antes haríamos una parada en Salona, la antigua ciudadela romana, pero eso os lo cuento en otra entrada.
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