Esta semana os quiero llevar a conocer Taormina, una de
las joyas Sicilianas. Si estáis pensando en hacer una escapada por esta pequeña
isla italiana yo, desde luego, la incluiría como una parada obligatoria.
Situada a unos doscientos metros de altura sobre el nivel
del mar, en el Monte Tauros, la antigua colonia de Tauromerion fue fundada en
torno al año 400 a .C.
por colonos huidos de Naxos. En el periodo de la Sicilia bizantina, la ciudad fue
arrasada por la vecina Siracusa (que se convirtió en la capital de la isla)
pero con los años, desde 1078 hasta el siglo XVIII, se rearmó transformándose
en un apacible pueblo costero, recóndito y poco visitado, al que acudían escritores
de renombre (como por ejemplo, el mismísimo Goethe) en busca de inspiración. No
fue hasta el año 1866 con la construcción de una línea de ferrocarril, que se
vio mejorado su acceso y los turistas comenzaron a llegar, haciendo de Taormina
la bonita ciudad que hoy en día es.
Taormina es un “pueblo con encanto”. Sus calles
peatonales, de marcado carácter medieval, están plagadas de tiendecitas, jardines con flores y
palacios, resultando una delicia el perderte y dejarte llevar a ciegas, sin
rumbo fijo, por ellas…
La Piazza 9
Aprile, nos ofrece una de las mejores vistas que podemos obtener desde
la ciudad, con el mar Mediterráneo a nuestros pies, vigilado a lo lejos por el
impasible (o eso esperemos) Etna. A nuestro paso nos iremos encontrando con
edificios históricos como la torre dell’Orlogio, la Iglesia de San
Giovanni de Malta, el Palacio Ciampoli (reconvertido
en hotel), la Plaza del Duomo, el Comune (o ayuntamiento), la Catedral di San Nicolo o la Porta Catania...
Más allá de la Porta Messina encontraremos la Plaza Vittorio Emanuelle II,
construida sobre el antiguo foro romano y que ahora alberga el palacio Corvaja (del siglo XIV), aunque
también fue sede del primer parlamento de Sicilia (1410). Actualmente es la sede de la Oficina de Turismo de Taormina.
A la izquierda del palacio se halla la Iglesia
de Santa Caterina, construida en el siglo XVII sobre los restos, aún
visibles, de lo que fue un odeón romano, un mini-teatro con un aforo que
llegaba a las 200 personas.
Sin embargo la verdadera joya de la ciudad nos espera en
su extremo. Caminando por la Via Teatro Greco llegaremos al monumento más
solicitado de Taormina, el Teatro. Éste es el segundo de los teatros clásicos
de Sicilia en tamaño, tras el de
Siracusa. A pesar de que su origen
es helenístico, su apariencia actual se debe a las modificaciones y
ampliaciones realizadas por los romanos que transformaron, sobre todo, la
estructura de la escena. El graderío tiene un diámetro de 109 m y está dividido en 9
cúneos, al igual que el teatro griego de Siracusa.
Detrás de la escena se intuyen los bastidores desde los que
los actores accedían a la escena. Se sabe que en posteriores transformaciones (sufridas
más allá de la edad romana) el teatro fue, a su vez, reconvertido en anfiteatro
y arena para la organización de espectáculos de gladiadores pues aún se pueden
observar las estructuras de un antiguo muro de protección de los graderíos.
Y precisamente desde las gradas, es el lugar desde el que
disfrutamos de las mejores vistas panorámicas que se pueden obtener de la bahía
de Naxos y del Etna, el volcán activo
más grande de Europa (con 3342
metros ).
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