En Huesca, en la comarca del Somontano y plena sierra de Guara, nos encontramos con Alquézar una preciosa villa medieval, situada en un bonito enclave sobre el Cañón del Río Vero, de la que os quiero hablar hoy.
Nosotras llegamos a la ciudad medio mareadas por la cantidad de curvas que nos habíamos tragado en la carretera que le da acceso desde Aínsa (procedentes del #ReservingTrip al que habíamos sido invitadas). Dejamos el coche en el aparcamiento que hay frente al conocido como “mirador Sonrisa al viento” para obtener desde allí la primera panorámica de la monumental ciudad.
La población medieval se mostraba frente a nosotras al cobijo de una impresionante fortaleza, hoy en día convertida en Colegiata. Al parecer a comienzos del siglo IX Jalaf ibn Rasid levantó sobre aquella roca un castillo con el fin impedir al avance cristiano durante la reconquista. El nombre de la ciudad, Alquézar, tiene sus orígenes en ese castillo pues deriva del topónimo al-Qasr, que significaba alcázar o fortaleza.
Finalmente el castillo sucumbió a manos del rey Sancho Ramírez en 1067, y gradualmente fue formándose la ciudad, con una estructura adaptada a las curvas de nivel, que actualmente conserva.
Antes de entrar al casco de la localidad nos cercamos a la Iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, construida (sobre los restos de un templo anterior) entre los años 1681 y 1708. Con un sobrio exterior nadie adivinaría que se trata de un edificio barroco. Además muchos de los retablos que tenía en el interior fueron destruidos en la Guerra Civil española, por lo que tampoco cuenta con una destacada decoración interior.
Ahora sí, tocaba comenzar a descubrir su corazón medieval… Accedimos a la ciudad a través de la Portada gótica. Y es que, de las 4 puertas que antiguamente le daban acceso, sólo se conserva ésta, que da paso a la Calle Pedro Arnal, la antigua Calle Mayor y uno de los tres ejes vertebrales que recorren longitudinalmente la población.
Cerca de allí nos encontramos con alguno de los pasos cubiertos que existen en alquezar conocidos como “callizos”, que se construían para aprovechar al máximo el espacio residencial.
En la misma calle nos encontramos con la pequeña ermita de Nuestra Señora de las Nieves del siglo XVII, que cuenta con una única nave, con bóveda de crucería estrellada y en la que hay un pequeño altar.
Continuamos caminando hasta llegar al centro de la villa, a la Plaza Mayor, llamada hoy de Mosén Rafael Ayerbe. Se trata de un sacerdote de Alquézar que, a principios del siglo XX, creó un nuevo injerto de almendro para adaptarlo a las condiciones climáticas de la zona obteniendo una nueva variedad de almendra que ahora se la conoce como largueta o desmayo.
La plaza es porticada, y antiguamente se reunían los comerciantes y artesanos bajo sus soportales con motivo del mercado semanal.
Seguimos andando por la Calle de la Iglesia, desde la que hay acceso a la fuente de Monchirigüel, una curiosa fuente del siglo XVI.
La Calle de la Iglesia, desemboca en la Plaza Cruz de Buil, en la que se encuentra la entrada al recinto amurallado del castillo-colegiata, mediante una puerta blasonada construida entre los siglos XV y XVI. Éste ha sido desde siempre el único punto de acceso al castillo, ya que el resto se encuentra apoyado sobre los verticales cortados del río Vero. Y precisamente de ese cañón, obtendremos unas bonitas vistas en los cercanos miradores del Vero y O´Bicón, situados prácticamente en esta plaza.
Decidimos entrar a visitar la Colegiata, la verdadera joya de la población.
Como ya he comentado, su origen se remonta a una fortificación árabe del siglo IX. Tras la toma por parte del rey Sancho Ramírez, la fortaleza pasa a manos cristianas que le cambió el nombre a “Castrum Alqueçaris” e hizo que allí se estableciera una guarnición militar y una comunidad religiosa. Conforme la reconquista avanzaba, la fortaleza fue perdiendo importancia militar a favor de la religiosa. Así, en 1099 una comunidad de canónigos agustinos se asentó en Alquezar, construyendo una iglesia románica en aquel emplazamiento que más tarde (entre los años 1525 y 1532) fue sustituida por otra de estilo gótico, llevada a cabo por el arquitecto Juan de Segura.
Debido a estos orígenes milicianos la colegiata está rodeada por una doble muralla y protegida por varios torreones (uno de ellos es ahora el campanario de la iglesia).
Atravesando la puerta dovelada situada en la Plaza Cruz de Buil, nos encontramos con una rampa escalonada en zig-zag que nos conduce a la plaza superior, situada ya dentro de las murallas. La entrada a la iglesia se realiza a través de su claustro, que mantiene partes de su origen románico (y al que durante las remodelaciones góticas se le añadieron tres galerías más). Sin embargo, del primitivo atrio aún se conservan seis capiteles historiados que relatan temas del Génesis como la Creación de Adán, la tentación de Adán y Eva, Abel decapitado por Caín o el Diluvio Universal.
Los muros del claustro fueron decorados con pinturas murales entre los siglos XV y XVIII, relatando escenas del Nuevo Testamento, dedicadas principalmente a la Infancia y Pasión de Cristo.
Desde el claustro se puede acceder a varias capillas como la de San Antonio, la de San Nicostrato (excavada en la roca para dar cobijo al cráneo del mártir romano, adquirido por el priorato en 1575) o a la capilla de San Fabián y San Sebastián, por la que se accede a la torre campanario, donde se halla el Museo de Arte Sacro, que acoge algunas importantes piezas de pintura y orfebrería, como un báculo de marfil del siglo XII, el retablo de Santa Ana obra del Maestro de Arguís, y de Santa Quiteria del siglo XV y hasta una obra pictórica atribuida a Murillo.
El ingreso al templo se hace a través de una curiosa puerta con un arco conopial.
Lo más destacado del mismo es el retablo Mayor que, hecho en madera, está dedicado a la Asunción de la Virgen y sustituyó a otro anterior gótico. En el año 1615 se añadió al templo la barroca Capilla del Cristo de Lecina, en la que se mostraría la talla de finales del siglo XII de un Cristo que anteriormente se mostraba en un altar del claustro.
En 1931 el Castillo y Colegiata fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.
Así finalizamos la visita a la colegiata y, dadas las horas que eran, nos acercamos a comer a un restaurante del Barrio arrabal que habíamos fichado al llegar… De la gastronomía local destaca principalmente la carne de cordero, las setas, los quesos, verduras tales como los pimientos y las borrajas, las olivas, almendras y, como no, los vinos con D.O. Somontano, pero como había que conducir, no los catamos. Además, a mitad de comida nos sorprendió una importante tromba de agua que hizo que pusiéramos punto y final a nuestra visita allí.
Si hacéis una visita algo más larga que la nuestra debéis saber que en “El Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara” se pueden realizar un buen número de actividades relacionadas con la naturaleza: barranquismo, rafting, escalada, espeleología, vías ferratas, observación de aves, paseos a caballo, senderismo, etc. La ruta más famosa de senderismo es la de las Pasarelas, que recorre el último tramo del cañón del río Vero y que, según dicen, no es difícil y se puede hacer en 1-2 horas. Si no hubiera estado lloviendo a mares, quizás nos hubiéramos animado a hacerla.
Hace un montón de años que no pasamos por Alquézar y mira que nos gusta este sitio. A ver si este año nos acercamos a pasar un día, merece mucho la pena también los cañones y la Sierra de Guara.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, nosotras acabamos allí por vuestra recomendación. Tenía ganas de escribir sobre la visita porque es una de esas pequeñas joyas que tenéis por Aragón y hay que darla a conocer :)
EliminarYa estáis tardando vosotros en volver por allí, jejejeej
Un saludito