Tras haber pasado por Colmar y Estrasburgo, tocaba visitar otro de los pueblecitos de cuento de la Alsacia francesa: Obernai. Aunque ya nos habíamos dejado caer por allí el día anterior para cenar, todavía no la habíamos recorrido como toca. Y lo cierto es que la pequeña ciudad de Obernai, situada al pie de los Vosgos y del Monte Sainte Odile, con sus poco más de 10.000 habitantes, es, a mi parecer, otro de esos lugares imprescindibles en una visita a la Alsacia. Su centro histórico con sus plazas, iglesias, casas alsacianas y bonitas calles es una auténtica maravilla.
Por darle algo de contexto histórico, la población comenzó a despuntar en el siglo XIII cuando se le otorgó la categoría de villa. Poco después se convirtió en una ciudad libre imperial al ser una de las fundadoras de la “Decápolis Alsaciana”. La Decápolis alsaciana fue una alianza de diez ciudades del Sacro Imperio Romano Germánico (entre las que se encontraban Obernai, Colmar, Sélestat, Haguenau, Wissembourg, Turckheim, Kaysersberg, Rosheim, Munster y Mulhouse) del que continuaban dependiendo, aunque de forma libre asociada. Fue creada en 1354 para la protección de sus derechos y contaban con una autonomía política bastante importante.
Como ocurrió con otras poblaciones de Alsacia, la Guerra de los treinta años le pasó factura a la ciudad y no fue hasta finales del siglo XVII cuando, tras disolver la Decápolis por medio del Tratado de Nimega, se anexionó a la Corona Francesa y la ciudad volvió a prosperar.
Nuestra visita. ¿Qué ruta hacer y qué ver en Obernai?
Dejamos el coche aparcado prácticamente al lado del centro, en la calle del General Gouraud. Desde allí ascendimos a la iglesia de San Pedro y San Pablo, una impresionante iglesia gótica, que cuenta con un enorme cementerio, en la parte posterior, dotado de una pequeña ermita.
La iglesia se levantó en piedra arenisca rojiza en el año 1872 sobre una iglesia anterior (del siglo XV) que, a su vez, estaba construida sobre otra románica. De la más antigua sólo se conserva la cripta, datada de los años 1160 a 1170. De su interior de tres naves, destaca el órgano (del año 1182) de Joseph Merkin (el mismo autor que el de la catedral de Estrasburgo), las vidrieras de la época gótica y el púlpito policromado.
Delante de la iglesia encontramos una estatua dedicada a Charles Emile Freppel, teólogo nacido en Obernai en 1827.
Descendimos a lo largo de la calle principal (la Rue Chanoine Gyss) en dirección a la Plaza del Mercado. De camino nos topamos en mitad de la acera con un curioso pozo. Se trata del renacentista “Pozo de los seis cubos” construido en el año 1.579. De su base parten tres columnas con capiteles corintios que soportan un baldaquín octogonal que cuenta con esculturas del Antiguo Testamento y que está rematado por una veleta. En el interior del pozo hay seis cubos (que son los que le dan nombre) colgando de tres ruedas, que sirvieron en su día para administrar el agua. Aunque en un origen el pozo habría estado pintado, los colores no han llegado hasta nuestros días.
Justo enfrente se encuentra la Plaza del Mercado, el epicentro de la población desde la época medieval. Y es que allí, desde el año 1301, todos los jueves tiene lugar el mercado semanal. Está repleta de bellas casas de estilo alsaciano entre las que destacan algunos de los edificios más importantes de Obernai, como el Mercado del Trigo, el Ayuntamiento o el Patio Fastinger.
Uno de los edificios más bonitos es el del Ayuntamiento. Tiene orígenes góticos (del año 1370 en concreto) pero fue sufriendo remodelaciones y ampliaciones a lo largo de los años en estilo neo-renacentista.
Frente a él se encuentra la fuente de Santa Odile, la patrona de Alsacia.
Justo al lado del ayuntamiento, destaca otra construcción (al menos en altura) frente al resto: el Beffroi o el Campanario de la Virgen. Fue construido en 1285 como campanario de la Capilla de la Virgen, una capilla dedicada a la Virgen María, que fue destruida en 1873. Por ese motivo se la conoce también como Kapellturm (capilla en la torre).
En un principio este campanario constaba sólo de cuatro plantas, pero, en el año 1597, se le añadió una quinta. Gracias a este nuevo piso la torre se elevaba hasta los 72 metros, una altura bastante superior a los 18 metros del torreón más alto de las murallas. De esta forma, comenzó a ser utilizada como lugar de vigía, dotándola de dos pequeñas habitaciones para los guardianes de la ciudad.
En 1980 la torre, con sus seis campanas, fue catalogada monumento histórico.
Frente a la plaza del mercado existe una casa con un interesante patio interior, conocido como Patio Fastinger (nombre de los actuales propietarios). En el siglo XV pertenecía a Michel Gyss, un burgomaestre carnicero que mandó construir sobre el pozo interior, en el año 1418, la talla de un toro (por ser el emblema de los carniceros), que aún se conserva. También hay una galería de madera que fue un añadido posterior del año 1607.
Para acabar con la plaza del Mercado, encontramos finalmente el Mercado del Trigo, un edificio que, construido en 1554, fue carnicería y almacén de trigo. Llama la atención por su blanca fachada, sus ventanales, su balcón, un pequeño campanario y las cabezas de dos reses con el escudo de la ciudad.
Dejamos atrás la plaza para, caminando por la Rue du Marché, que está plagada de restaurantes y bares, llegar hasta la Sinagoga. Al parecer existe una pequeña comunidad judía en la ciudad desde el año 1215 que, en 1876, decidió levantar esta sinagoga de estilo neo-románico para la comunidad que en aquel momento contaba con 205 miembros.
Frente a ella se encuentran los restos de la antigua muralla doble que protegía la ciudad. Antiguamente tenía cerca de un kilómetro y media y contaba con 20 torreones y 4 puertas.
Regresamos de nuevo hacia el centro, callejeando, pero en dirección hacia la conocida como Casa Romana (en la Rue des Pelerins), una edificación construida en el año 1240 que, aunque reformada en el renacimiento, aún conserva las ventanas románicas.
Nuestra visita continuó hacia la plaza de la Estrella, llamada así por un albergue que existía en la zona. Antiguamente la atravesaba un canal en el que se pesaban los barriles de vino.
Bordeamos las murallas hasta llegar a la plaza de la iglesia de nuevo, donde dimos por terminada nuestra visita y la jornada.
El día siguiente tocaba poner rumbo de vuelta hacia Ginebra pero aún podríamos conocer algunas otras pequeñas ciudades de la Alsacia.
en cuanto tiempo se visitar obernai?
ResponderEliminarNo es una ciudad muy grande. Te diría que en cosa de hora y media o dos horas, yendo con calma.
EliminarSaludos